Por: RAÚL GÓMEZ MIGUEL
Respetando las costumbres, creencias y rituales de nuestro pueblo, el primer aniversario de tu muerte ha tenido las oraciones de tus familiares y conocidos.
Con respecto a mí, hice cumplir tus disposiciones y deseos al pie de la letra. Por cuestiones burocráticas es necesario dejar transcurrir algún tiempo para comprarle al municipio la perpetuidad de tu tumba y darle el acabado necesario.
La abuela Petra le hace honor a su nombre y es la piedra del clan, pero por momentos le gana la tristeza, y te extraña en sus largas pláticas al sol y al acercamiento final.
Los tíos discuten y continúan las peleas eternas por las razones nimias de estar juntos y distantes.
Se organizaron misas y rosarios para el descanso de tu alma, hasta en Jerusalén eres invocada ; yo preferí escribirte en el ciberespacio por si eres energía transformada y andas por estos lares.
No ha sido fácil acostumbrarme al silencio y, a pesar de nuestros lazos tensos, me gustaría escuchar tu voz y saber de ti.
Gracias a los DODOS, personas impensables me preguntan cómo eras y les cuentos nuestra vivencia con las abuelas Celia y Casimira, la vida en Escandón, tu sazón, las lecturas en voz alta de los cuentos de hadas y el hermanito Rabito, de tu aguante cuando convertí mi cuarto en comuna; Alberto, César y José me recordaron detalles ya olvidados de la formación de “The Few Mothers” y “Los sapitos mariguanos blues band”.
He dejado de preguntar y me limito a aceptar las cosas. No juzgo, trato de comprenderte y volver a ser uno en un punto de la eternidad.
Al igual que todos, los tropezones del país me han pegado y los sorteo como puedo.
Me consta. Cada persona te recuerda a su modo. Yo estoy trabajando, cerrando otro círculo y resolviendo problemas inéditos en la marcha.
Dónde te encuentres madre, ten paz y recibe la luz de las veladoras encendidas por tu nombre.
Y en los sueños, ven a darme tu aliento.
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