miércoles, 31 de diciembre de 2008
EL SONIDO DE LOS DODOS: Ojalá que te mueras
EDITORIAL: JOY TO THE WORLD
lunes, 29 de diciembre de 2008
MARASSA: Aguas con los créditos del INFONAVIT
AGUAS CON LOS CRÉDITOS DEL INFONAVIT
Por: Ana Laura Domínguez
Para eso existen los créditos. De eso vivimos la mayoría de las personas. ¡Embárquese ahora… y pague durante toda una eternidad! si es que puede. Disfrute de su casa hoy y páguela durante 30 años… pero hasta con lágrimas de sangre.
En el año 2003, una persona muy allegada a este Dodo, sacó un crédito con el INFONAVIT (Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores), creyendo en las promesas publicitarias y políticas pertinentes. Nunca imaginó que lo fueran a desplumar a tal grado.
Pero, estoy adelantando la historia, resulta que el INFONAVIT, por medio de un tabulador, calcula los “puntos” que tienes acumulados de acuerdo a tus aportaciones voluntarias y las aportaciones que hace tu patrón (claro, si tienes trabajo y, por lo tanto, eres un afortunado asalariado y la empresa no es lavandería del narcotráfico) y con base en ello, dictaminan cuanto dinero te pueden “prestar”.
Resulta ser que te prestan “X “cantidad de dinero según tus famosos puntos pero también, según el salario mínimo vigente en el año en el que solicitas el crédito. Bien. Maravilloso, esperemos que el salario sea alto, para que me den mucho dinero y pueda comprarme una buena casa. Cualquiera pensaría eso. Pero no, no es lo maravilloso que el INFONAVIT plantea y vende. A esta persona le prestaron la fabulosa cantidad de $238,756.22 gracias a las cotizaciones que tenía por años trabajados y por el salario mínimo vigente en el 2003.
La casa estaba puesta en el lugar elegido, con las características que quería y en el estado de la República Mexicana donde deseaba vivir. El sueño estaba cumplido finalmente. ¡Claro! apenas comenzaba la deuda y estaban conciente de que tenía que empezar a pagar durante los pactados 30 años siguientes. Pero, ¿quién no ha escuchado la famosa frase de: no leyó las letras chiquitas?
El préstamo, reitero, fue por la cantidad de $238,756.22 pesos. Esta persona lleva pagando hasta el día de hoy $150,000 pesos aproximadamente. El 70% de esta cantidad se va a intereses y el 30% a capital (es decir al monto total que prestó el INFONAVIT). Es sabido que las cosas que se compran a crédito salen más caras, pero la mayoría de las veces, no hay otra forma de adquirirlas. En fin, que la fregadera no termina ahí. No, viene lo peor y lo que nadie entiende y, por lo tanto, lo que todos estamos tratando de deducir o, por lo menos, estamos intentando que “alguien responsable” nos lo explique.
Cada año, el primero de enero, el salario mínimo sube. Para todos los trabajadores es una miseria y una grosería el dichoso aumento, porque se trata de unos cuantos pesos nada más, pero las personas que tienen un crédito con el INFONAVIT, el aumento resulta desastroso.
El préstamo que esta institución hace, es en VMS (veces el salario mínimo vigente), es decir, no prestan un monto fijo, prestan tantas veces el salario mínimo, como puntos tiene cotizados el trabajador, por lo tanto, cada vez que aumenta el salario mínimo, aumenta el capital que le prestaron al trabajador. ¿Confuso?
Como la mayor parte de las mensualidades se va al pago de intereses, es muy difícil bajar el capital total, por lo tanto, cada vez que hay aumento en el salario mínimo, el capital total, el préstamo total pues, aumenta.
Vamos nuevamente con las cifras: cantidad inicial del préstamo en el 2003: $238,756.22 pesos; se ha pagado durante 5 años la cantidad de $150,000 pesos, “aprox”, y al día de hoy la deuda total (la cantidad que resulta de las x veces el salario mínimo que prestaron) es de $246,444.89 Haciendo cuentas, esta deuda no se termina de pagar ni en los 30 años contratados, ya que la cantidad total siempre va a ir en aumento. Se necesitaría realizar pagos fuertes, por lo menos cada seis meses, para amortizar dicho capital y no solamente intereses. Pero se supone que sacas un crédito, porque no tienes dinero para comprar las cosas, porque cuentas con un ingreso mínimo para abonar mensualidades, entonces, ¿Cómo liquidar un crédito así?, ¿qué beneficio real está brindando el INFONAVIT a los trabajadores?, ¿quién o quiénes se hinchan los bolsillos de dinero con estos aumentos irrisorios?
Uno de los grandes lemas de la institución es: no tire su dinero pagando una renta, hágase de su propia casa. Lo cierto es que uno paga una renta eterna, de una casa supuestamente propia, con los intereses más altos, beneficiando al especulador y no al trabajador que de buena fe cree en la palabra de la institución.
No creo que esta persona sea la única que se encuentran en esta situación, debe de haber miles de casos similares, el problema es que nadie se queja, nadie reclama y sobre todo, nadie lee las “letras chiquitas” del contrato al momento de solicitar el crédito, o si lo hace, se embarca en una viaje que no lo sacará de realidad.
Nuestras instituciones siempre piensan en el interés de la sociedad, de los que menos tienen, por supuesto. Y aquí les dejo una probadita de cómo el INFONAVIT logra convencer a las personas de que es una institución que beneficia a los trabajadores y que obra con transparencia y sobre todo, justicia, tomado tal cual del devocionario, digo, de los estatutos operativos vigentes:
Visión
- Sobre el cimiento del tripartismo y la autonomía, contribuiremos al progreso de México siendo…
…la institución que materializa el esfuerzo de los trabajadores por incrementar su patrimonio y bienestar, al financiar sus requerimientos de vivienda en un entorno sostenible, propicio para desarrollar su potencial individual y en comunidad, mejorando así su calidad de vida.
Misión
- Contribuir al bienestar de nuestros trabajadores y sus familias, al cumplir con la responsabilidad social que nos ha sido encomendada:
Poniendo a su alcance productos de crédito e información que les permitan tomar la mejor decisión para satisfacer sus necesidades de vivienda y constituir un patrimonio familiar de acuerdo a sus intereses.
Impulsando la creación de espacios habitacionales sustentables y competitivos que generen bienestar social, propicios para el desarrollo de comunidades más humanas y armónicas.
Enriqueciendo el conocimiento de los trabajadores y sus familias en cuanto a: ahorro, crédito, patrimonio y retiro, y promoviendo una cultura sobre la importancia de vivir en comunidades que generen bienestar social y plusvalía.
Otorgando rendimientos a su ahorro para mejorar su capacidad de compra o pensión.
Objetivos institucionales:
- Ser generadores de bienestar social, en comunidades competitivas y armónicas.
Proveer financiamiento para satisfacer las necesidades de vivienda de los trabajadores derechohabientes y acreditados. - Mejorar la calidad de vida de nuestros derechohabientes en un entorno sustentable en el que puedan desarrollar su potencial como individuos y ciudadanos.
- Beneficiar a los derechohabientes con rendimientos competitivos a sus ahorros.
- Asegurar viabilidad financiera a largo plazo.
- Incrementar recursos disponibles para la atención a los trabajadores.
Como una simple recomendación, puedo decirles dos cosas: si sacan un crédito, háganlo a los 15 años de edad, para que tengan el tiempo suficiente de trabajar durísimo y regalarle su lana a las dependencias como el INFONAVIT; o mejor, comiencen a ahorrar desde los 15 años de edad, para ver si a los 35 ó 40, tienen el dinero suficiente para comprar una casa de contado y no depender de un crédito que a la larga, resulta en un gran desfalco. ¡Felices Fiestas¡
BIBLIONAUTAS: La guerra de Vietnam día a día
LEO DAUGHERTY
EDITORIAL DIANA
Para los hombres y las mujeres del mundo entre cuarenta y sesenta años, el conflicto bélico de Vietnam es un fantasma familiar del que nunca se han desprendido del todo.
Si la Segunda Guerra Mundial y la conflagración de Corea impusieron un espíritu maniqueo a la historia universal alentando un esquema de luz contra tinieblas, fuera cual fuera la simpatía de bando, el sudeste asiático cayó en la sin razón, en la locura del imperio clásico sobre un pueblo, en apariencia, nacido perdedor.
Vietnam es el inicio de la guerra sin honor, que hoy permite la ocupación militar estadounidense en Afganistán e Irak sin el atisbo contestatario de hace cuatro décadas.
Continuando la experiencia imperialista fallida de Francia, los Estados Unidos compraron una pesadilla política, económica, social y cultural que les borraría, durante los años setenta, del liderazgo planetario.
Millones de dólares en tecnología, recursos humanos y recursos materiales fueron insuficientes en la obtención de la victoria final. El ejército más poderoso de la tierra sucumbió frente a grupos desordenados de nacionalistas convencidos de que aun las cenizas eran un patrimonio que premiaba la muerte.
El despliegue avasallador de hombres y armamento supuso, al principio de la contienda, que la intervención norteamericana en Vietnam duraría meses.
El desconocimiento de la geografía, la enorme distancia del abastecimiento y la minimización del movimiento de liberación nacional, además de las turbias maniobras de China y la Unión Soviética, a través de las fronteras, cercaron al ejercito “green go” en un dudoso juego de ofensiva.
Esta difícil situación empeoró con el llamamiento a filas de la población civil norteamericana que, inundada de noticias e imágenes desoladoras en todos los medios de información a su alcance, terminó en un divorcio declarado a la autoridad correspondiente.
Nada valieron los recuerdos de las gestas heroicas del pasado inmediato, millones de jóvenes advirtieron que detrás la pompa y circunstancia, esa guerra no les competía. El militarismo propagado sólo pegó en los habituales, en los extremistas acelerados intoxicados de supremacía blanca y derecha terrorista.
La negativa juvenil terminó por dividir a la nación. Los políticos incapaces de ofrecer salidas negociadas con inteligencia y los generalotes inhabilitados en la construcción de un avance guerrero eficaz mantuvieron encendida la trifulca a pesar de las advertencias internas.
La opinión pública internacional, por su parte, declaró su simpatía franca a la causa de la libertad vietnamita y aprovechando cualquier oportunidad, repudio en las formas debidas la beligerancia de Norteamérica.
En una lectura estructural, Vietnam marcó la transición crítica del capitalismo unitario de la posguerra al fragmentado de la Guerra Fría.
Los Estados Unidos resintieron un crecimiento medular de la vieja Europa y el derrotado Japón, que moldearon una teoría del capital menos despiadada.
Sin Vietnam es bastante complicado comprender la contracultura sesentera y las decisiones estatales que la propiciaron.
Por vez primera, después del contra ataque multinacional al nazismo, a los ciudadanos del mundo les quedaba perfectamente claro que el Vietcong estaba haciendo lo propio y ese respaldo global, a la larga, produjo la incredulidad necesaria en el cuestionamiento democrático a los Estados Unidos.
Enmarcada en un contexto de renovación y renacimiento intelectual, la idea del policía universal resultaba anacrónica, risible, patética.
En ese mundo de amor y paz, de submarinos amarillos y campos eternos de fresa, la conducta retorcida de los burócratas gubernamentales y los buitres de uniforme merecía la protesta unánime y el grito amedrentador.
Por vez única, los jóvenes tenían mayoría de edad.
Luego arribarían los cuerpos desencajados, los enfermos de combate y los mutilados. Pronto empezaría otra guerra, la de casa, la de la reintegración social, la de Rambo y el Francotirador.
Y los veteranos sufrirían una segunda derrota, la del rechazo, la del olvido. Una nación acostumbrada a ganar nunca les perdonó ensuciar su arrogancia.
Y en el colmo de la paradoja cínica, hoy, los antiguos encolerizados, los líderes estudiantiles, los artistas de la anarquía, sostienen a ese ejército que ayer maldijeron.
jueves, 25 de diciembre de 2008
EDITORIAL: ¿Y después de la Navidad qué?
lunes, 22 de diciembre de 2008
EDITORIAL NAVIDEÑA
miércoles, 17 de diciembre de 2008
domingo, 14 de diciembre de 2008
EDITORIAL: MÁS MUERTE Y MÁS CINISMO
MARASSA: UNA REFLEXIÓN
DIGNIDAD O FREAK SHOW
Por: Raúl Gómez Miguel
Una discapacidad física en cualquier ser humano es un asunto de respeto a la dignidad y respuesta médica inmediata.
Si nuestra sociedad está fundamentada en un principio de preservación de la vida también responde a la obligación de mantenerla en las mejores condiciones, por encima de intereses o credos.
Todos de mayor a menor medida somos discapacitados. Poniendo un ejemplo, está quien esto escribe que usa lentes de una graduación superior y sin ellos no podría distinguir las tinieblas de la noche. Sin embargo, mi carencia no es comparable a otras dramáticas y dolorosas.
Por ello me enoja que detrás de una fachada de supuesto altruismo, el monopolio de medios de comunicación de México use la discapacidad infantil para inventarse una fiesta centrada en el morbo y la culpa “solidarias”.
Y escribo fiesta porque se hace gala del entretenimiento, la infraestructura tecnológica y el espíritu de la temporada para meter a un país en una cruzada pro recursos económicos para aliviar las desgracias de la niñez discapacitada.
Por horas interminables las estrellas, autoridades, empresas y gente común juegan a parecer buenos y comportarse como tales donando desde un peso hasta enormes cantidades que impresionan y ganan la percepción del público.
Pocos admiten la amnesia que les anula reconocer que TELETÓN, es una marca registrada comercial y rentable, que existen paquetes publicitarios para las empresas que sutilmente son “invitadas” a contraerlos, que los Centros de atención a los discapacitados funcionan con reglas y métodos que privilegian un sentido sustentable a una ayuda general y efectiva, que los representantes públicos se cuelgan del show para no dar cuentas de su insensibilidad e incapacidad para cubrir los requerimientos de salud pública que el país estaría obligado a tener, que los famosos se aprestan a levantar la causa por obligación a la casa y por venderles a sus admiradores su rostro humano, su rostro de preocupación por los demás antes que el de la vacuidad que les caracteriza.
La cifra anual que se pone como meta es de risa loca. De querer realmente TELEVISA hacer algo en beneficio de la niñez discapacitada bastaría que donará realmente un SOLO DÍA DE GANANCIAS NETAS de la totalidad de negocios que la integran para constatar que el TELETÓN es un montaje necesario en el control y la aceptación de las masas. No en balde, en proporción la condición de clase de los mayores donantes es humilde, precisamente el sector que es vulnerable a la credibilidad reiterativa que la realidad televisiva les compromete y defiende.
Faltara más la mecánica y los ganchos del evento se orientan a exaltar la discapacidad como un circo de fenómenos disfrazado de logros e historias que conmueven a la masa. Lejos de propiciar la dignificación de los enfermos, las cámaras y los seres que las pueblan glorifican el dolor hasta el ridículo.
Por qué no se dice que los donativos son deducibles de impuestos, que el título comprado de empresa socialmente responsable ofrece ventajes financieras, que la abnegación de los grandes nombres de la comunicación es una forma persuasiva de hacerse pasar por nosotros que sin ganar los salarios exagerados que los cubren ahí andamos capoteando la vida.
Por qué la insistencia en cifras que los empresarios ajenos al monopolio por sí mismos podrían juntar sin tanta alharaca, por qué hay que posar junto a un niño discapacitado para señalarnos a los “verdaderos mexicanos”, por qué sabemos que mientras la fórmula dura seguirá el Teletón como el juego eterno de la zanahoria inalcanzable, por qué... porque es negocio y es rentable.
Eso explica que la insistencia y la falsedad de los oportunistas, acaben con el respeto mínimo que la condición humana merece, en especial, la de aquellos que tiene una existencia por venir limitada y plagada de escarnio social, pero que en su inocencia aplauden el desfile de los depredadores que se ocultan en un beso forzado o en abrazo ensayado.
Y eso es una fregadera.
MALA LECHE: RECOMENDACIONES PARA SOBREVIVIR LA CRISIS
RECOMENDACIONES PARA SOBREVIVIR LA CRISIS ECONÓMICA MUNDIAL QUE SEGÚN NUESTRO GOBIERNO CASI NO EXISTE
1. Por tendencia capitalista natural, los pobres se volverán más pobres y los ricos menos ricos como quisieran.
2. Guarde la calma como sea al pertenecer a las mayorías abandonadas por la fe, la esperanza y la caridad encontrará la manera de “irla pasando”, así lo ha venido haciendo desde tiempos inmemoriales.
3. Recuerde: la economía nacional está blindada, aunque no se sabe si para que por el peso se hunda o resista la falta de dinero.
4. Sea positivo y únase a la causa de los kilos menos por el país, de esta manera adelgaza, sale en la televisión y no le falla al gobierno en eso de amarrarse el cinturón.
5. Ahorre para cualquier contingencia, en especial si el ingreso no le alcanza.
6. Invéntese un empleo extra, no va a ganar mucho pero estará entretenido para no pensar en las desgracias por venir.
7. Crea en el Presidente de la República que a pesar de todos sus errores insiste en la existencia de un país que él sólo puede ver.
8. Descanse, estamos en buenas manos: secretarios de estado que no sabían el tamaño era la bronca, políticos que no se venden a menos que les lleguen al precio, periodistas fatalistas que cobran puntualmente y la compañía de la “Crisis” personaje que aquí es tan viejo como el Coco y que nunca nos dejará.
9. Compre dólares, sí esos tres o cuatro que están a su alcance y siéntase que hizo el negocio de su vida.
10. Para que no se deprima piense en otras causas perdidas como el Teletón y cuanto jolgorio se inventa para aprovecharse de la desgracia ajena.
11. Y repita este mantra: México está a salvo, inventado por los ganadores eternos.
viernes, 5 de diciembre de 2008
EL SONIDO DE LOS DODOS: Father and son
VIDEOS: Canción de cuna para un nuevo dodo
¡Bienvenido "Double D"!
FARFADET: La abuela revolucionaria
El atardecer caía y en el patiecito de azotea donde vivíamos mi madre, mi abuela Casimira y yo, se prendía el anafre para calentar el café de olla y aguardar a que las sombras de la noche indicarán que otro día terminaba.
Mientras el café hervía, mi abuela Casimira me levantaba del piso, me sentaba en sus piernas y pegado a su regazo se ponía a recordar, a contarme esas historias que sólo las abuelas de mi tiempo podían transmitir.
Por mi abuela aprendí que el origen de la familia estaba en un pueblito de Oaxaca, que tuvo muchos hijos y que ninguno sobrevivió para verla de vieja, que Escandón y colonias aledañas en tiempos de don Plutarco Elías Calles eran puro llano, que el río de la Piedad pasaba donde se construyó el Viaducto y anécdotas de épocas que sólo he podido recuperar en los libros de memorias e historia que hallo en los puestos de viejo.
Mi abuela vivió la Revolución de 1910 desde niña y no paró hasta que un día se le metió la idea loca de dejar el pueblo y venir a la capital. Por eso, al igual que muchos mexicanos de mi edad o mayores, la Revolución no es asunto de patriotismo rascuache o perorata de política bien avenido. Para nosotros, la Revolución es una historia de familia.
Con su voz de mujer fumadora, “Casinos” para ser exactos, me narraba cómo al toque de las campanas de la única iglesia de Magdalena Yodocono todas los habitantes, especialmente las mujeres, corrían para los montes a esconderse antes que llegaran las gavillas de revolucionarios a cargar con lo que fuera al grito de viva el jefazo que estuvieran siguiendo.
Por sus labios supe de los hombres colgados de los árboles a las orillas de los caminos importantes o las veredas insignificantes; cómo se balanceaban y se descomponían a la intemperie sin que alguien los bajara para enterrarlos. Eran tiempos bárbaros dónde la bola reventaba décadas de opresión y aplicaba la ley de Talión porque el sufrimiento es algo que no se olvida.
Y yo preguntaba, pero la abuela regresaba a esos años cuando hubo hambre, cuando la vida efectivamente no valía nada y los mexicanos sobrevivían a la buena de Dios. Me describía la angustia de las madres por las hijas que secuestraban los levantados para abusar y hacerlas mujeres, y por los hijos levantados como carne de cañón. De las haciendas que desaparecieron. De los tesoros ocultos por los ricos que tocando la muerte se negaban a perder el oro y la plata. De los pueblos fantasmas. De todo aquello que nadie puede inventar si no la ha vivido.
El propósito de los relatos de mi abuela era que no perdiera mi raíz, mi historia. No importaba que mi madre protestará porque el niño se podía espantar. Mi abuela era el llamado de la tierra, de “nostra” tierra.
Para fortuna de mi abuela y mala suerte mía no vivió el proceso de desvalorización masiva que ha sufrido la Revolución Mexicana ni tampoco como las bases ensangrentadas de la Constitución de 1917 y el modelo de Estado emanado de ella ha caído en manos de demagogos, unos hasta descendientes directos de traidores de la Patria que no tienen empacho en alistarse a las bendiciones de la conmemoración, y otros que siguen repitiendo la estupidez de creerse depositarios exclusivos del “evento”. A todos que se los cargue la fregada.
La Revolución Mexicana es parte de nuestro pasado anónimo porque cada ser humano que la vivió y superó sus excesos supo que había participado en un cambio total de las cosas y así nos lo transmitieron.
Por ende, cuando pienso en la Revolución y en México, no los de los políticos, pienso en una chamaquita corriendo de un mundo que caía sobre ella y en una viejecita que se quedaba dormida conmigo en sus brazos ganándole batallas al olvido.