No contentos con estar en medio de los plomazos, las fuerzas de seguridad públicas decidieron meterse entre sí al fuego amigo mediático y al cuestionamiento mutuo de investigaciones pasadas. Los raspones están a peso y el poder judicial, justo cuando se necesita unidad, ventila las diferencias, impuestas y almacenadas, por andar deseando ganar la delantera en la absurda convicción de mostrar una superioridad bienvenida al caso. El delito no es una apuesta y tampoco la oportunidad de poner estrellitas de papel en la frente de los profesionales, en teoría, para frenarlo. Sin embargo, en los siguientes días mucha tinta correrá gracias a la insensibilidad de los uniformados.
Cada cartel de la droga tiene un brazo armado de elite. El nombre es secundario, la idea es la misma: un cuerpo eficiente de reacción inmediata integrado por mercenarios entrenados en el país o en el extranjero. Lo no va más, gracias al dinero. En esa circunstancia cabe preguntarse si el Estado posee esa adaptabilidad indispensable en el regreso de los ataques y la superioridad táctica ajena a la aprendida por los sicarios, a veces, dentro de él. Si no es así, el avispero guarda sorpresas mayores y no habrá recursos suficientes para destruirlo y el costo social, en términos de presupuesto ahondará la diferencia entre pobres y miserables a un grado intolerable, propiciando la salida dura del crimen de gente sin opciones a no ser la de sacrificar la vida propia.
Y se murió. A los 93 años, Guillermo Schulenburg Prado, abad de la Basílica de Guadalupe durante treinta y tres años consecutivos, entregó el alma al Creador, cerrando uno de esos extraños casos del catolicismo tricolor cuando en el proceso de beatificación de Juan Diego, vidente del Tepeyac, aseguró la inviabilidad histórica y religiosa de poner al indígena en los altares. La postura anti establishment lo puso en la cuerda floja por incongruencia al dirigir el máximo santuario de la Virgen de Guadalupe y sostener un sospechoso escepticismo centrado en el único testigo presencial del portento, según la tradición. Hombre mundano, de relaciones sociales exclusivas siempre sacó ventaja del puesto y consiguió apalancar la presencia de Guadalupe en la Basílica de San Pedro, en El Vaticano, con una capilla construida ex profeso mediante los donativos de los feligreses, además de levantar la nueva Basílica mediante el respaldo de los magnates mexicanos, incluido Emilio Azcárraga.
De dientes para afuera, Jesús Ortega, jefazo nacional del Partido de la Revolución Democrática, expulsa a tres mil militantes por de traidores y vende votos. Por supuesto, los expulsados no representan a los figurones de la chaqueta multicolor y responsables directos del azotón del sol azteca en las urnas. No se mencionó, por ejemplo, al Peje y correligionarios dedicados a ponerles montañas de obstáculos a los “chuchos” a modo de alcanzar tajadas importantes del pastel de las tribus. Se espera y el gesto ayude a calmar los piquetazos entre los entes ponzoñosos. Pero conociéndolos, el instinto del ataque ganará y las rivalidades pondrán en colapso los abrazos de la fotografía.
En las mismas descubrimos a Acción Nacional, tragando bilis por otro de los niños bonitos de Felipe Calderón, César Nava aventado al ruedo de pelear y ganar, faltaba menos, la dirección de la derecha oficial. El dedazo no asombra. La preocupación se centra en la escasa reacción de los capos de las rancias familias conservadoras y la probabilidad de meter al monstruo en casa en una temporada de vacas flacas y decisiones políticas desde la lona. Atrás quedó el carro completo y la lealtad absoluta. No se llega a la grande sin sacar provecho, y los dones lo saben. La candidatura de Nava le costará al preciso grandísimos favores. All or nothing.
Catorce veces, sí, catorce, Pamela Anderson ha posado en cueros para la Revista Playboy y nadie cuestiona el hartazgo o la flojera de observar las mismas carnes. Entonces cuál es el alboroto por una supuesta fotografía real de Emma Watson, la “ya no es una niña” de la serie cinematográfica Harry Potter, haciendo un encantador topless; enfermizo sería contemplar a la mamá de Chucky haciendo lo propio.
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