POR: RAÚL GÓMEZ MIGUEL
El día llegó y mientras me preparo para cumplir con el deber ciudadano de votar, vienen a mi mente imágenes de los tres últimos años de tragedias, viene a mi mente el martirio extremo de hombres y mujeres de todas las clases sociales a lo largo y ancho de México: secuestradas, torturadas y asesinadas en formas inimaginables para el ser humano civilizado.
Recuerdo las lágrimas, los gritos, las protestas y la impotencia de los deudos para callar el odio profundo de ver la sangre derramada de los suyos y a las autoridades ignorando la furia de esas miradas.
Evoco a los colegas, a los periodistas muertos por denunciar y documentar información peligrosa en las manos apropiadas. Me duele la inteligencia y sostengo la terquedad de un ideal impugnador en un tiempo de avestruces ocultos. Escribo, como lo han hecho a través de los siglos, gente entregada a la búsqueda de la verdad, obteniendo los distinguidos premios dados por la pobreza, el deterioro físico, el olvido. Por eso el asesinato de un compañero es una advertencia sobre hasta dónde llevar las creencias y un aliciente de un “otro” dispuesto a continuar el ejemplo.
Recojo algunas cosas y me distrae la ventana y mi calle llena de propaganda. ¿Cuál es la utilidad de tantos partidos y el flujo de millones de pesos?. Las cuentas son claras y el cobro puntual. La grilla establecida no está construyendo un México mejor, esta destruyendo mejor a México. Encono, división, incredulidad, angustia, terror y decesos sin nombre allanan el podium para la fórmula ganadora, para los “carros” completos. Los escándalos le vienen flojos por nacer sinverguenza, si escrúpulos o un mínima cualidad humana.
Mis simpatías políticas murieron con el siglo pasado, dando espacio al exilio ideológico aceptado. Nueve años después, expongo mi tesis a los dispuestos, a los pacientes, a los “peligrosos” liberales hijos de los sesenta y a las generaciones siguientes abiertas a creer en el papel del individuo en los cambios sociales.
Antes de presentarme a votar, hago una recomendación: blanco, anulado o marcado el sufragio no hará milagros de no acompañarse con acciones personales. El cumplimiento de una autorización no es unilateral, demanda compartir responsabilidad, es decir, reclama al ser individual a hacer lo propio.
Las elecciones son una ceremonia pactada entre iguales, no con nosotros. Y del mismo modo, la Sociedad Anónima puede atrapar el cielo y volverlo un sitio para vivir. No es una fecha o el alúd mediático, comprometido en los presupuestos; es la voluntad de un pueblo a sacudirse la tutela y tomar el destino colectivo en sus manos.
Esto no será hoy o mañana, pero es inadmisible no contribuir conscientemente a través de actos y decisiones personales en el hogar, el trabajo y el círculo de conocidos, en la concretización de nuestras metas, sin escondernos en emblemas y banderas rasgadas. Cada mexicano, sin autorización de nadie, es capaz de alcanzar su felicidad sin aplastar a otro, sin aprovecharse de la fuerza, sin envilecerse, sin renegar de sí mismo.
Vote o no vote, no evada continuar la vida defendiendo cuanto quiera y comprometiéndose a ello. La grilla es sustituible. El pueblo, no.
1 comentario:
Grandiosas y dichosas sean tus palabras.
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