POR: RAÚL GÓMEZ MIGUEL
A unas horas de celebrarse otra tomadura de pelo pactada previamente por la clase dirigente de este país, lamentamos la muerte de otra mujer secuestrada en la Ciudad de México y de policías responsables de su rescate.
Los partidos políticos preocupados por el poder y no por las obligaciones inherentes, se han refugiado en plataformas electorales consabidas y mentirosas. La promesa de la seguridad ciudadana es una ficción.
El asesinato de Yolanda Ceballos Coppel en un operativo policíaco en el perímetro de Xochimilco, administrado por el Partido de la Revolución Democrática, contrasta con la detención de 24 sujetos de una banda de secuestradores por parte de elementos de la Procuraduría del Estado de México, "honrosamente" priísta.
El escepticismo mueve a pensar en trasfondos proselitistas de cara a las elecciones del próximo domingo. Por un lado, es evidente el golpe decisivo recibido por el gobierno de la Ciudad de México ante el sacrificio de una joven y la ineficiencia de los mandos en seguridad comprometidos en la estrategia y el allanamiento de la casa de seguridad. Por el otro, el "niño mimado del priísmo nacional" se apunta otra anotación sensacionalista para el agigantamiento mediático acostumbrado.
Las consecuencias de los hechos son previsibles. Algunos indecisos tacharán el logo del partido menos culpable de la anarquía delictiva existente en México. Otros refrendarán el voto en blanco o el rechazo absoluto a la oferta política desde la derecha hasta la izquierda.
Sin embargo, una victoria electoral no justifica el derramamiento de sangre; ni el sacrificio de inocentes; ni la irresponsabilidad de las autoridades; ni el cinismo de los burócratas; ni la guerra sucia entre partidos; ni el distanciamiento del presidente y los notables de la realidad de a pie; ni los millones por un voto excesivamente caro; ni los espectáculos populares; ni al acarreo pagado; ni el embute a los comunicadores a modo; ni las porquerías tras bambalinas en aras del futuro, de la niñez o la manga del muerto; ni las encuestas apadrinadas; ni los regalos a los necesitados; ni uso de la tragedia para amedrentar; ni pisotear los pocos ideales positivos de los ingenuos; ni recurrir a la Iglesia como cierre de pinza; ni alardear de una diferencia en el centro de lo improbable; ni los observadores internacionales; ni las organizaciones no gubernamentales hincàndole el diente a lo de moda y jalar patrocinios; ni inventos de asociación mantenidos por millonarios; ni las licencias para omitir detalles de la ley; ni ordenar al IFE el repliegue a lo necesario; ni asegurar tranquilidad en las votaciones en un territorios radiente por los cientos de focos rojos de advertencia del crimen organizado, ni el auto engaño presidencial.
Nada compensa una vida.
Las lágrimas de cocodrilo llenarán las declaraciones oficiales y las excusas, las insustituibles excusas. Nos preparamos mejor pero los delicuentes ganaron como siempre. Los ciudadanos acudiremos a las urnas con un propósito personal viable y, espero, no con la carta a Santa Claus. El país está necesitado de gente honesta, recta, intachable. Y esa es precisamente la faltante de las boletas electorales.
Me indigna escribir malas noticias. Sólo pido a los familiares de Yolanda Ceballos Coppel y a los de todos y todas las ultimadas por la industria del secuestro la resignación pronta a sus almas y no dejar de luchar por la memoria de su muertos. No permitan el carpetazo o la disculpa, la lucha no es materia de bien o de mal, es cuestión de indispensable.
Y en ese trance estamos solos.
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