jueves, 30 de julio de 2009

APUNTES: UNA GOLONDRINA NO HACE VERANO

Una golondrina no hace verano pero cómo da lata.

Por esas obsesiones de temporada, los funcionarios públicos andan desbocados metiendo las cuatro y olvidando el propósito esencial de todo gobierno: servir al pueblo, garantizando su integridad.

Las fuerzas de seguridad están de la greña, culpándose mutuamente de fracasos y peleándose capturas importantes sin centrarse en lo verdaderamente fundamental: el control del crimen organizado y la implantación de la seguridad definitiva.

Los gobernadores van y dicen, para luego pactar secretos y no ser expulsados de los concursos y las gratificaciones presidenciales, en forma de proyectos de inversión o tajadas de presupuesto. Empinados o derechos, los mandamases de las provincias estiran las manos o hacen berrinche.

Los secretarios de Estado, en chiquito, pintan en los escándalos y desaparecen en las responsabilidades. Se meten en broncas gratuitas y huyen al fuego proclamado. La grilla desatada pide cabezas y el Jefe no quiere manchar la fortaleza de la administración. Censura, pero deja hacer.

Con la caída de hampones, la institucionalidad se cubre, sin embargo, pone en el calvario otra vez a los deudos de las víctimas al dar a conocer la manera cobarde de su sacrificio. Por un respeto mínimo al dolor ajeno, debería de mantener el acceso restringido a esa información y no ventilarla a los cuatro vientos, abriendo las difíciles heridas de la perdida.

Las pataletas de la Opinión Pública Inducida al saberse el destino de varios programas de asistencia social son falsas, sabiendo de la antigüedad de los mismos y los nombres y apellidos de los ganones. Una vez en el hueso, siempre en el hueso. Basta rascarle y aparecen hasta los no nacidos aun de las grandes familias de abolengo.

Careciendo de una política exterior mínima, los encargados de estos asuntos resuelvan poco y complican mucho. La agenda mundial es extensa y en tres años, contando las rigurosas giras de amistad y cumbres de novena, el Presidente ha sido pálido, tirando a traslucido y falto de liderazgo regional, borrando los vestigios de la hecatombe propiciada por Vicente Fox. Nos alejamos de la forma de país y nos metimos a la de un pueblote.

Los impresionantes títulos de los servidores oficiales sólo sirven para abultar las carpetas, decorar las oficinas y dar motivos a la charla; en cosas prácticas, la educación y la experiencia son una afrenta a la inteligencia y los logros sólidos de cualquier ciudadano. No obstante, la culpa no es del idiota, sino de su contratista.

Extrañamos los días de claridad. Sabíamos de los engaños y procedíamos por la libre. Tuvimos mandatarios cínicos y asesinos, sin embargo, no ocultaban el juego y valiéndoles continuaban sin caretas de bondad o bravuconada de barrio el rumbo del destino nacional. Ahora, ocurre exactamente lo mismo y nadie muestra la mano, nadie avienta la piedra. Los demócratas de metate cuidan el afeite y pierden hasta los calzones, eso sí, bendecidos por los curas y palomeados por el dueño de México.

Para cerrar este rosario de calamidades, el deceso del comediante Beto “El boticario”, conocido por su atinada caracterización de un incipiente mago superado por sus trucos y hábil para hacer de la debilidad, una fortaleza, con un humor blanco, sencillo y dirigido al respeto de una audiencia complacida. Descanse en paz.

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