Por: El DODO PAMBOLERO
Sabiendo los números del contrario, uno calcula la jugada y el resultado.
Con un primer tiempo deslavado y pleno de la habilidad de las últimas selecciones nacionales para el aburrimiento garantizado, las individualidades, y no el equipo, dieron dos anotaciones contra un equipo haitiano débil, pero inteligente para, nacionalismo parte, restregar a los aficionados del Tri actual, el hoyo profundo, cavado a costa de repetir combinaciones mafufas imposibles de redondear aun a los once titulares para el Mundial de Sudáfrica.
En el segundo tiempo se repitió el esquema y otro par de tantos para un total de cuatro goles contra cero puso a México en las semifinales de la Copa de Oro. Convenciendo sólo a los chabacanos, la ¿Decepción? pasó de panzazo un torneo distintivo del fútbol de la zona.
La evaluación de esta primera ronda es deficiente. La singularidad se impone al juego asociación. La línea media es inconstante y no facilita el tránsito del balón ni para el ataque ni para la defensa. El aparato defensivo es frágil y la portería, insegura. Los figurines cobijados por el entrenador Aguirre no aportan la fe del futbolista profesional en el gol.
No se trata únicamente jugar bien, sino de anotar. No es caso de conformarse a un marcador es ir por más. No es el pretexto de la confianza, es las agallas de ganarse la vida literalmente a patadas. No es contentillo, es constancia. Es de lamentar cada juego del Tricolor por la incertidumbre de ver el desmoronamiento de la supuesta excelencia a manos de escuadras casi circenses.
Valdría la pena un ejercicio de autocrítica nacional y definir el objetivo general del fútbol profesional. No tenemos gol por la decisión de la liga a dar puestos de centro delantero a extranjeros. Desde ahí se pone el asunto color de hormiga. Deseamos aplastar en los estadios y no contamos con hombres de daño, de rompe redes, seguros de la competitividad del seleccionado.
Es predecible, en los informadores y editorialistas especializados, destacar cierta mejoría a partir de un resultado aislado, sin embargo, con dos entrenadores sumados, el colectivo mexica no recupera el sitio de “gigante” de los viejos tiempos. Hoy la banda llanera puede revolcar a las estrellas millonarias de Javier Aguirre. Hoy tememos a Costa Rica, a Estados Unidos y a la sombra propia. Hoy, imitando el sistema de dónde salió, la Selección de México no da pie con bola. ¿Cómo es posible tener estos miedos en un país pambolero al cuadrado?.
México no levantará vuelo en un par de meses o años; lo hará cuando recorra la experiencia de las Selecciones Veneradas del Fútbol Mundial, cuando tenga marcada en letras de fuego una sola prioridad: LA VICTORIA. Mientras se atenga a la justificación a priori y a la negación conveniente, llegarán contrincantes de décima a apalearnos sin resistencia, sin orgullo, sin espíritu.
Al DODO PAMBOLERO no le vengan a quemar las castañas. Desde Dodito practiqué fútbol y llegué, a mi pesar, a aprender los secretos del buen arquero. Soy fan de los buenos equipos y adoro a las nuevas promesas, capaces de llevar el oficio de la pelota al dominio de lo sublime. Me esmeré a no hacer papelones y, por eso, me afecta la poca entrega de los seudo profesionales y sí, soy necio, por creer en un sueño, en un imposible. Sin embargo, una selección sub 17 fue campeona del mundo y eso jamás se me ocurrió vivir en mi estancia en la tierra.
Por ello, siendo un DODO golpeadón y entrado en carnes, aun una buena jugada, un excelente tiro o un paradón de antología me hace agitar mis alas y soltar leperadas de felicidad en aras a mi pasión: el balompié y las leyendas constructivas.
Si amamos el fútbol de México los aficionados necesitamos exigir resultados y no claudicar por un regalito, una promoción o la idiotez permanente de ver a dios en cualquier barbudo. Juguemos cada partido (de la vida y de los otros) bajo la única opción: ganar. La supervivencia es a muerte, hagámosla con decoro.
Y por mí: quemen las playeras, si con el dorso desnudo podemos ganarle a quien sea.
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