POR: RAÚL GÓMEZ MIGUEL
A punto de cumplirse cuarenta años del festival de Woodstock, cumbre del sueño contracultural de los años sesenta y ejemplo madre para todos los megaconciertos del mundo, México celebra otro “Vive Latino”, un esperpento de dos días donde desfilan lo menos y lo peor de un híbrido etiquetado de rockcitititititito nacional y otros abortos auditivos de cualquier parte del continente.
Sin mayor propuesta que echar relajo y pasársela bien aturdidos con el sonido mal distribuido y los efectos visuales de tres quintos, una masa juvenil repasa por enésima ocasión la lista de proyectos decadentes de “chavos” cuarentones, que no han evolucionado en ningún aspecto a no ser el exceso y la caricatura de ser rebeldes, lamiendo las migajas que la industria del entretenimiento nopalero avienta.
Algunos columnistas variopintos lucubran la crítica de los jóvenes a la realidad nacional y les ponen una ideología contestaria capaz de asustar los cadáveres gobernantes. Sin embargo, observándolos en situ, los asistentes al “Vive Latino” no desentonan con las hordas que rugen en los estadios de fútbol o las arenas de lucha libre. Una masa predecible en gustos, terquedad y boletos a la evasión no puede cambiar el mundo.
Hay mil y una razones para que un joven (y no las momias que dicen serlo) esté encolerizado con el sistema y manifieste hondas mentadas de madre, pero el orden de cosas ya se la sabe y lo deja ser intoxicándolos, precisamente de lo que la juventud supone le es propio: los vicios, el estruendo, la extravagancia y la reclusión voluntaria en guetos que explotan el cuento, la pose y la hilaridad.
En cuanto a técnica y discurso “politizado”, el “Vive Latino” no difiere de una congregación de tamboras o grupos de cumbias. Es la prueba viviente que el estancamiento creativo es rentable y que las posibilidades de generar una metamorfosis en música es pedirle peras al olmo. El público se conforma con lo que le es familiar y no cruza la línea de la novedad. Es la imitación de lo que no podemos ser y el reciclado de carrozas instalados como grillos en presupuesto a no dejarlo aun en contra de sí mismos.
Los medios que para el adormecimiento de las conciencias no son idiotas, alientan estas ferias rascuaches y transmiten una misteriosa generosidad hacia los chavos que se divierten sanamente; que hagan lo que hagan son borregos, dóciles e infantiles y una opción de negocio válida, como sobar el tema de la muerte de Michael Jackson o los escenarios hipotéticos de las elecciones.
Al igual que la izquierda azteca, las tribus juveniles se jactan de una libertad similar a la de un perro de correa larga. Ya lo escribió Pete Townshend: eres sólo lo que queremos. No dudo que el futuro de México sean sus jóvenes, pero eso no me garantiza que ese futuro sea decoroso. Generaciones y generaciones de jóvenes han traído al país hasta este punto de quiebre y la juventud del 68, es la gerontocracia que sería capaz de votar por un Díaz Ordaz resucitado.
Sin duda, juventud es esperanza. No obstante, las huestes estrafalarias del “Vive Latino” o los neo nostálgicos por un pasado de hace diez años no rifan en la construcción de un universo paralelo, lejano a las órdenes de los patrocinadores y de las estrellitas fundidas de una gloria inalcanzable.
Ciertos “iconos” del “Vive Latino” son mis contemporáneos y créanme distan de la chaviza y del virtuosismo; son ídolos patéticos que hacen de su fracaso por no dar el paso a la Historia una forma de vida pusilánime región “z” con respecto a los grandes y trascendentes figuras de la vanguardia europea y norteamericana.
Pero el hambre es canija y si es indispensable en el próximo festival presentarán a la formación “original” de la banda, es decir, a los adolescentes primerizos que se salieron del cotorreo al entender que México es en concepto de Ray Davies, sólo una fantasía de rock and roll.
¿Qué grupo en el Vive Latino de 2009 quedará en la memoria colectiva como Hendrix hasta atrás desgarrando en la guitarra eléctrica el himno de los Estados Unidos o a Janis Joplin en el viaje cósmico de un blues cantada en el dolor de sí misma y el quiebre de su generación por la guerra de Vietnam?
No es que el pasado sea mejor; es que al presente le faltan tamaños para superarlo.
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