Por.- Raúl Gómez Miguel
La libertad de expresión no es una concesión del Estado a los ciudadanos; es un derecho y una obligación de los ciudadanos a pesar del Estado.
2009 es un año terrible para los periodistas y reporteros en activo que trabajan en México, pero también los han sido los últimos veinte o treinta años pasados, y es que dedicarse a la difusión de información y opinión pública es una actividad especializada de alto riesgo en una nación dominada por la barbarie piramidal.
En los círculos altos del poder corre un viejo chascarrillo que afirma que aquí sólo matan a los periodistas que dicen la verdad y a los idiotas; los demás viven en paz con su conciencia “wash and wear”: o comprados o impotentes.
Por eso cada vez que asesinan a un reportero o a un periodista en México y en el mundo, me enojo y sigo trabajando y me desgañito señalando lo que no está bien y pongo mi pluma al servicio de las causas perdidas; no importa el miedo, y no es que no lo sienta, sino que no permito que me paralice y la causa de la verdad pierda a otro seguidor, ya son muchos caídos para venir con titubeos.
Por ello, renuncio a proclamarme “media worker” u “obrero de la información”; yo soy periodista aunque esté en una trinchera diminuta en el ciberespacio antes que entregarme a esos cajones corporativos asépticos de la actualidad que se dicen “Salas de Redacción”, donde hasta el mal pensamiento es proscrito y la investigación periodística es innecesaria al viva el boletín y la línea de obediencia que tira el mandamás.
Respeto a las organizaciones del gremio y las no gubernamentales que se ocupan de denunciar los abusos del Estado contra la libertad de expresión. No obstante, en lo íntimo, los largos procesos burocráticos siempre acaban en otro sitio y en sentencias obvias e ineficaces.
Yo defiendo mi derecho a expresar lo que pienso, de la única manera que entiende el poderoso, escribiendo lo que no le gusta y exhortando al público a que lo lea. Sé que no tengo la verdad absoluta y que en ocasiones me equivoco, pero ha sido un lector o varios quienes me contactan y me indican en que parte de un texto metí la pata, y lo corrijo, disculpándome como procede sin bajar la guardia.
Lo que no se me da es pedir permiso y ser políticamente correcto. En eso soy atrabancado y recuerdo mis lecciones de periodismo en la redacción vieja de Excélsior, donde mi mentor me preguntaba los fundamentos de la nota y la comprobación de la misma, porque a los lectores no se les miente, son sagrados.
Ahora que asumo responsabilidades propias de mi edad y que pagué con mi sangre el derecho a no retractarme, escribo sin dudas personales ni autocensura, y aquí estoy poniéndome verde por una arbitrariedad o una desgracia que pudo evitarse, persiguiendo ordenador en ristre a los canallas.
Cuando flaquea la fe, la convicción y el valor, traigo a la memoria a la generación de la Reforma del siglo XIX o a cada uno de los grandes periodistas y reporteros vivos o muertos que me han influenciado y hago de tripas corazón y retorno a la guerra contra la oscuridad que se expande por el mundo. En esta era no se vale caminar por el centro sin asumir compromisos.
Así que en este Día de la Libertad de Expresión, ¿habrá otra forma más formal de empinarse ante los gobernantes?, por nuestros muertos, nuestros heridos, los que sucumbieron a la amenaza, al terror, a los conocidos, a los desconocidos, a las mujeres, a los hombres, a los jóvenes, a los viejos, vale gritar públicamente que NO NOS RENDIMOS, que a pesar de que somos una minoría incómoda, NO NOS VAMOS A DOBLAR, que si hay “comunicadores” que se venden por mucho o por poco, NO ESTAMOS EN VENTA, que si nos asesinan, surgirán idealistas activos para sustituirnos, que el PERIODISMO ES UNA PASIÓN ADICTIVA, y en estos días, PROGRESIVA Y MORTAL, no una forma fácil de corrupción o volverse célebre, y que NO BUSCAMOS PREMIOS POR HACER NUESTRO DEBER.
Por último vaya un agradecimiento a los miserables y esbirros que los acompañan POR RECORDARNOS A QUIÉNES NOS DEBEMOS Y DE QUÉ LADO ESTAMOS LUCHANDO.
Somos una minoría jamás desvalida y con Estado o sin él, defenderemos a muerte el Derecho del Hombre a expresar lo que piensa aun sin estar de acuerdo con él.
Esta es mi forma de celebrar la Libre Expresión: trabajando.
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