En vetustos documentos que se hunden en la noche de los tiempos, que a su vez son copias de dodoglifos esculpidos en piedras, sabemos que la llegada de nuestra especie al continente americano ocurrió antes que la del hombre. De hecho, el hombre siguió al Dodo, atravesando el helado Estrecho de Bering y extendiéndose hacia el sur buscando tierras apropiadas a su naturaleza. Sin embargo, como los Dodos son contreras por naturaleza, hubo aves que se aclimataron a las condiciones más extremas como la nieve, el frío y el hielo, por esto hay Dodos -o referencias Dodo- en todos los sitios probables e improbables de América.
Por ser los primeros en cruzar el Estrecho de Bering a los Dodos les corresponde el Descubrimiento de América que fue llamada por ellos Amerjuark que quiere decir "La tierra grandota", hasta que varios, pero varios milenios después, a los humanos se les desarrolló la inteligencia y empieza el recuento histórico humano que omite -a propósito y en mala onda- la primicia de los Dodos al aventurarse por tierras ignotas y bien frías buscando cocos, sin otro equipaje que no fuera su cuerpecito y su ansiedad glotona. Cansados de caminar, llegaron a territorios tropicales que no pudieron detenerlos, aunque ahí sí había cocos.
Para los que hagan la pregunta ingenua de si hay Dodos en la Antártida, aclaramos que los Dodos fueron los primeros en pisarla. Es más, los pingüinos son Dodos vestidos de etiqueta.
La razón de este tremendo borrón en la memoria colectiva de la humanidad se debe a su intolerancia de aceptar que unos pájaros regordetes se hayan atrevido a hacer lo impensable y, además, lo hayan hecho bien. En lo que se equivocaron los Dodos fue en no borrar sus huellas para que no los siguieran esos descendientes de los monos que acabarían por agandallarlos.
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