No podía faltar ni quedarse callado, tenía que dar la nota.
El ex suspirante a la Presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador, por mal nombre llamado el Peje, hizo del conocimiento de la Procuraduría General de la República (PGR Fiscalía) una denuncia contra varios hombres y mujeres influyentes del país por los delitos de “tráfico de influencias”, “corrupción”, “despojo de bienes de la Nación” presuntamente cometidos durante los últimos veinte años contra el pueblo de México.
¿Adivinen quiénes están en la lista?... ¡Acertó! Los mismos nombres de siempre: Felipe Calderón (por haberle robado la presidencia), Vicente Fox Quesada (por no reconocer su “triunfo” electoral), Ernesto Zedillo (por haber llevado al Partido Acción Nacional al poder), Carlos Salinas de Gortari (por ser su Némesis), Roberto Hernández, Claudio X González, Gastón Azcárraga, José Luis Barraza, Elba Esther Gordillo y Diego Fernández de Cevallos, por los motivos que guste y mande.
Con la claridad que lo distingue, el señor Obrador aseguró tener pruebas contundentes para respaldar sus acusaciones y frenar el deterioro de la Patria y anexas. Recurriendo a la memoria del “para atrás, para atrás”, el auto nombrado presidente legítimo nomás armó un argüende y se fue como prócer de la democracia que corresponde.
Sin afán de promover teorías de la conspiración, la verdad es que la lista del Peje es un recuento de malvados de caricatura porfiriana. ¿Existirá algún ciudadano que ponga en duda las enormes colas de estos alebrijes siniestros que hicieron de nuestra sociedad una madriguera a modo? Por supuesto que no, pero tampoco hay que olvidar a otros “ilustres” ex compañeros del PRD que no cantan mal las rancheras en eso de las canalladas y el silencio siciliano.
Vamos siendo parejos: la grilla apesta y en ella en el que no cae, resbala. Citando a Jim Morrison, nadie sale vivo de aquí, y el Peje, en un franco deterioro de respeto y autocompasión, por no escribir DIGNIDAD, aparece gritando lobo, siendo precisamente él, unos de los cabecillas del submundo izquierdoso que no ha podido mantener la compostura debido a los múltiples intereses, de los que tanto crítica y de los que se beneficia, para dar una apariencia de unidad viable al electorado.
Al borde de una crisis de risa deben de estar los “acusados” a sabiendas que después de Judas Iscariote, ellos ostentan el perfil de la traición y el entreguismo oportunista, y que como perro no come perro es improbable que alguna autoridad levante el dedo y haga señas.
El protagonismo de López Obrador nos recuerda el triste final de los cómicos consentidos que envejecen aferrados a una gloria imposible y que alimentan de ridículos y payasadas deprimentes que anulan la sonrisa de cualquiera.
Por humanidad que alguien le diga al Peje que necesita un bajo perfil si desea durar en el candelero para que no se convierta en su propia parodia al estilo de Porfirio Muñoz Ledo y otros emisarios del ayer que desde el sepulcro exhortan al viento cederle un voto a perpetuidad.
La experiencia es dura: los jóvenes revolucionaros, son viejos payasos.
Peje, quiérete.
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