No existen palabras para compensar la pérdida de la esperanza, en especial, cuando se trata de la existencia de un niño. La tragedia de Hermosillo, Sonora, es un golpe que pega al fondo del corazón pues los esfuerzos de auxilio resultaron inútiles y el número de pequeños fallecidos va en aumento.
Quedan muchas preguntas por responder y ojalá se logre el deslinde de responsabilidades. Sin embargo, en estas horas aciagas lo verdaderamente importante es elevar una petición al Ser supremo por el descanso de estos niños y pedir que sus familiares alcancen pronto la aceptación de su partida.
El Último de los Dodos, con la rabia que da la impotencia, guarda un silencio reflexivo porque cree que dentro de él hay emociones que no se pueden escribir.
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