POR: ANA LAURA DOMÍNGUEZ
A mediados del mes de octubre del año 2007, terminó una nefasta pesadilla en la que, por azares del destino, estupidez o porque así debía de ser, permanecí atrapada durante toda una década. Con el término de ésta, se produjo una amarga mezcolanza de sentimientos añejos y nuevos: desolación, decepción, frustración, rencor, odio (esto último llevado a su máxima expresión, lo cual solamente me condujo a un estado de ánimo y de salud que me llevaba casi al borde de la autodestrucción, aun sin saberlo)… soledad, tristeza, amargura y con todo ello, un cúmulo de deudas económicas, de verdad estratosféricas pero que, con el paso de los meses, me di cuenta de que eran “lo de menos” y que el dinero es redondo y el muy estúpido, siempre, SIEMPRE, va y viene.
También con el tiempo comprendí que lo que pasó, aunque tardíamente, pasó por algo y finalmente estoy donde debo de estar. Las cosas ocurren cuando DEBEN DE OCURRIR, no antes, no después.
Hace un año, cuando me encontraba sumergida en la más profunda de las depresiones, regresaron a mí las mejores cosas de la vida: los verdaderos amigos. Aquellas personas que siempre han estado conmigo, aunque no los vea a diario ni a todas horas. Aquellos entes que desde que tocaron mi vida de alguna manera, nunca más me dejaron sola y, en el momento preciso, aparecieron nuevamente para sacarme del hoyo, recordarme mis orígenes y ponerme en mi justo lugar.
Hace poco más de un año que recordé quién soy, para qué estoy y sobre todo, para qué es la vida. Hace poco más de un año, desplegué mis plumas de Dodo y he levantado un vuelo del que nadie me podrá bajar.
Mil gracias a los Dodos Fundadores, mis entrañables amigos Raúl y Marcia a quienes amo y respeto profundamente, siendo ellos los que me regresaron a mis orígenes y me enseñaron, entre muchas otras cosas, que “el que nace Dodo, vive Dodo con la consigna de nunca perder de vista ninguno de los puntos de su manifiesto”. En especial a ti, mi queridísimo Raúl, que has confiado en mí desde que nos conocimos, desde tu primera clase; desde tus primeras enseñanzas dentro y fuera del aula. Gracias por enseñarme a vivir, a crecer, a pensar y a ejercer mi libertad de expresión con responsabilidad y respeto hacia los demás.
Gracias a los otros Dodos, lectores y escritores por compartir esta aventura interminable.
Y de lo vivido, lo aprendido. Hace un par de días, llegó lo que yo he llamado, la cola del huracán y espero que con ella la tempestad haya terminado finalmente, llevándose consigo todo lo malo de aquellos días, dejando mi vida nuevamente limpia para recomenzar.
Gracias a mi esencia Dodo, recuperé muchas cosas: mi confianza, mi autoestima, mi amor a la vida. Recuperé además amigos de antaño que me alimentan el espíritu con su existencia; hice nuevas amistades, todas ellas maravillosas y conocí a un hombre extraordinario: gracias también a ti, mi amado Enrique, por ser quien eres, por demostrarme que eres capaz de bajar al inframundo para sacarme de ahí y levantarme.
Y finalmente, gracias a todos y cada uno de nuestros lectores, a quienes nos debemos en cuerpo y alma y que sin ellos, este proyecto, El último de los Dodos, no tendría razón de ser.
Feliz Dodo Aniversario
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