POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL
Continuando el enfrentamiento frontal con la decisión de la Asamblea de Representantes del Distrito Federal sobre el matrimonio y la adopción de hijos por dos personas del mismo sexo, la Arquidiócesis Primada de México, en la pluma y el pensamiento del Cardenal Norberto Rivera, expone en un comunicado leído durante la misa dominical de ayer en la Catedral Metropolitana lo siguiente:
"México es cristiano, México es un país que ama a la familia, es su célula fundamental y el centro de cohesión social". Suponemos que los practicantes de otras religiones no son mexicanos y, por ende, no constituyen mayor respaldo. Llama la atención que no se pusiera el término católico, además del cristiano, debido a las diferentes interpretaciones que existen sobre el cristianismo.
“Vemos con profunda preocupación cómo se ataca al matrimonio, como se burla de los valores cristianos y nuestras creencias más sagradas”. Hasta donde tenemos entendido el catolicismo se sustenta en la aceptación de la divinidad de Jesús y la resurrección espiritual de los creyentes a través del seguimiento de sus enseñanzas, según la tergiversación hecha por Pablo de Tarso y en la que está sustentado el credo de El Vaticano.
"Nos quieren prohibir hablar en nombre de Jesús, predicar su doctrina, cumplir el mandato del señor de anunciar la buena nueva, defender el vínculo sagrado del matrimonio”. Vayamos por partes, en ningún momento autoridad alguna se ha opuesto o ha prohibido la práctica religiosa de la ciudadanía. Tampoco se ha entrometido en el contenido de los sermones o de los contenidos editoriales de las publicaciones de las diversas religiones. Es falso que la sociedad civil y la sociedad política nieguen la esperanza a construir un mundo mejor en lo material y lo espiritual, y jamás se ha puesto en entredicho oficialmente la validez del matrimonio religioso; de hecho, en ese aspecto, los políticos han tenido cuidado de cumplir con las formas.
"No, no podemos callar, pues podremos de los tribunales de los enemigos de Cristo, pero no evadiremos el tribunal supremo de dios quien nos pediría cuenta de nuestra cobardía por avergonzarnos de su nombre y por no defender al rebaño del lobo que mata y dispersa a las ovejas". Quien está convirtiendo el asunto de los derechos de las minorías sexuales en un Cruzada fanática es la misma Iglesia Católica Mexicana, y señalar una persecución con tintes apocalípticos como la descrita es mentir abiertamente. Las autoridades gubernamentales del Distrito Federal están normando en lo jurídico y nunca ha expuesto una directriz a la figura del matrimonio religioso. Es el matrimonio civil, ciudadano, el que está siendo modificado por cuestiones que van más allá de un dogma respetable para quien así lo desee.
"Toda ley humana que se le contraponga (a la Ley de Dios) será inmoral y perversa, pues al ir contra su voluntad termina por llevar a la sociedad a su degradación moral y su ruina". Jesús, apegándonos a los Evangelios reconocidos por la Iglesia Católica, fue claro al separar los asuntos del César, es decir, del poder terrenal, de los de Dios, el poder espiritual, en consecuencia no hay que meter confusiones. El matrimonio y la adopción de hijos entre ciudadanos del mismo sexo es una prioridad civil y no una imposición religiosa.
La cita del semanario católico Desde la Fe, "Los insultos y las descalificaciones en contra de la Iglesia y sus ministros se han multiplicado en estos días, no solo en las expresiones de algunos políticos de la ALDF, sino también en muchos analistas y comentaristas en los medios de comunicación, quienes han manifestado el grado de intolerancia al que se ha llegado en México", muestra que a pesar de las ideas de la curia, en México se puede difundir pensamientos de toda índole sin que por ello se persiga a quienes los emiten. Sin embargo, cabe resaltar que la intolerancia no es un producto de generación espontánea y que es alentado curiosamente por aquellos que se dicen víctimas para revertir por el medio que sea la voluntad de un sector de la sociedad que merece el respeto y el reconocimiento a sus demandas sociales, que no espirituales.
No hay peor sordo que el que escuchando, hace lo contrario.
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