domingo, 10 de enero de 2010
SIMULACIONES REPRESENTATIVAS: ALTAMONT 1969
Por.- EL DODO DU CINEMA
Conscientes que el Festival de Woodstock, en agosto de ese mismo año, había sido un evento histórico fundamental para la escena musical juvenil del planeta, The Rolling Stones, en especial, el ego maníaco cantante Mick Jagger, decidieron ofrecer un concierto gratuito en “agradecimiento” a los fans que habían hecho de su Gira Norteamericana un rotundo éxito.
El concepto era convertir la presentación en el equivalente de Woodstock en el oeste de los Estados Unidos y, de preferencia, hacerla en el corazón de la contracultura en boga: la ciudad de San Francisco en California.
La gestión de tener un permiso oficial para el Golden Gate Park no prosperó. La segunda opción quedó pactada para el Sears Point Raceway, pero por problemas con los derechos de la película que habría de filmarse en el lugar, el cuatro de diciembre, en la desesperada, Dick Carter, dueño de Altamont Raceway, un autódromo abandonado al norte de California, ofreció el espacio para montar el espectáculo.
Desde que el medio y la crítica especializada supieron de las intenciones de Mick Jagger, sostuvieron que era demasiado peligroso repetir el esquema de Woodstock en un tiempo tan breve y que existía el riesgo que la multitud rebasará cualquier medida de seguridad y control. No obstante, la terquedad de Jagger movió a representantes y empresas a hacer de tripas corazón y complacerle el capricho.
En unas horas, un escenario rudimentario y una limitadísima infraestructura de servicios básicos para el público estuvieron listos.
El programa original anunciaba a los grupos musicales Santana; Jefferson Airplane; The Flying Burrito Brothers; Crosby, Stills, Nash y Young; y The Grateful Dead. The Rolling Stones cerraban el cartel.
Los cineastas Albert y David Maysles, y Charlotte Zwerin filmaron el concierto y editaron un documental considerado como piedra angular en la historia negra del Rock de todos los tiempos: Gimme Shelter.
El cálculo promedio fue de 300 mil personas que acudieron al lugar.
Por recomendación de The Grateful Dead, The Hell’s Angels, una banda dura de motociclistas pendencieros, fueron contratados como elementos de seguridad por 500 dólares y océanos de cerveza.
Esta versión ha sido negada, por razones obvias, por Sam Cutler, road manager de los Stones en esa gira, quien aseguró que los Ángeles del Infierno acudieron como espectadores y que no tuvieron ningún cargo en el concierto.
Otro elemento que explicó la irresponsabilidad de dejar encargados de la seguridad de la gente a una panda de buscabullas fue que en el homenaje al fallecido guitarrista original de The Rolling Stones, Brian Jones, en Hyde Park, Londres, los equivalentes británicos de los Ángeles guardaron compostura.
Lo rudimentario del lugar, las ideas de la audiencia y la conducta de los Hell’s Angels enrarecieron, desde el primer encuentro la atmósfera de la convivencia.
En un plan totalmente gandalla, los motociclistas aventaban sus máquinas contra los asistentes, hiriendo e injuriándolos.
Durante la presentación de Jefferson Airplane, el guitarra Marty Balin fue noequeado por un Ángel al oponerse a la agresividad de sus compañeros.
Al contemplar esto, The Grateful Dead emprendió la graciosa huida, dejando colgados a los admiradores y a sus compañeros músicos.
Por negligencia de Mick Jagger, que no deseaba aparecer a escena hasta que cayera la noche para lucir su indumentaria y maquillaje, la espera por los Stones se alargó peligrosamente.
El cansancio, la incomodidad y los excesos de todo tipo que ocurrían en el autódromo subieron la tensión al máximo.
La aparición de The Rolling Stones no mejoró la situación. Los Hell’s Angeles redujeron aun más el espacio en el escenario y comenzaron a intimidar a la agrupación, que acabó prisionera por sus propios “guardaespaldas”.
En un inútil esfuerzo por calmar los ánimos, Mick Jagger pidió al público compostura y externó que de no hacerlo, no podrían seguir tocando.
Una leyenda urbana afirma que fue durante la interpretación de la canción “Simpathy for the devil” cuando Meredith Hunter, un muchacho de color de 18 años, al mostrar un revólver fue apuñalado cinco veces y pateado hasta la muerte por los Ángeles del Infierno.
El asesinato ocurrió después de haber terminado la canción “Under my thumb” y el altercado fue consecuencia de que Hunter estaba acompañado por una jovencita blanca, detalle que molestó a los motociclistas.
En 1972, Alan Passaro, el asesino de Hunter, fue detenido, juzgado y absuelto por haber respondido en legítima defensa frente a un hombre en aparente intoxicación de anfetaminas. Aunque hubo evidencias de un segundo responsable en el fallecimiento de Meredith, las pesquisas no arrojaron resultados y el caso se cerró definitivamente en 2005.
Además del homicidio de Meredith Hunter, dos personas murieron por accidentes automovilísticos y una por ahogamiento en un canal.
Aterrorizados por el monstruo que habían liberado, The Rolling Stones suspendieron la tocada y se fueron del lugar en helicópteros.
Los siguientes meses fueron para Mick Jagger y los Stones un verdadero infierno por el reclamo de las autoridades estadounidenses por la tragedia propiciada y el ridículo manejo de la situación.
El 6 de diciembre de 1969, en Altamont, California, murió el sueño hippie del amor y la paz, en adelante el Rock y sus diversas variantes demostraron las entrañas oscuras que también posee.
En Altamont jamás se ha vuelto organizar un concierto; es un lugar maldito.
Las imágenes preservadas en la película “Gimme Shelter”, cuarenta años después, aun cimbran por la lectura del epitafio a la “Nación de Woodstock”.
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