En el siglo XX, la política real mexicana funcionaba por un simple principio: antes de aventar las campanas al vuelo en cualquier decisión, se amarraban todas las variables necesarias para que ocurriera. Los involucrados jalaban parejo, por las buenas o por las malas, por ende, el Señor Presidente jamás quedaba mal y el país, por lo menos, en infraestructura jalaba.
En este siglo, el planteamiento central es al revés, primero se arma un mitote, se jala la cobertura mediática, se avientan cuetes, se hacen declaraciones rimbombantes y, posteriormente, se advierte que los amarres nunca se hicieron o están flojos y valen madres. Se mata a la gallina sin tener cocina ni trastos para prepararla.
La anulación del fallo para construir la presa El Zapotillo, en la zona de los Altos de Jalisco, a cargo de dos empresas de Carlos Hank Rohn y la constructora española FCC, por parte de la Secretaría de la Función Pública que dijo haber encontrado errores en el proceso de licitación muestra una deficiente estructura para consolidar obras públicas en términos mínimos de negociación, que no tranza.
La presa El Zapotillo, de llevarse a cabo, borraría del mapa tres poblados: Temacapulín, Acasico y Palmarejo, cuyos habitantes tendrían que ser reubicados en la los clásicos términos de madrazo gubernamental.
Sin embargo, los preparativos para el proyecto ya comenzaron y, por ende, el gasto de recursos monetarios, humanos y las controversias con los pobladores del municipio de Cañadas de Obregón.
La bronca lejos de terminar, apenas inicia y el ve y dile jurídico hará valer sus fueros, mientras el Gobierno Federal tendrá que pensar en una salida decorosa para no salir raspado en eso de soltar negocios por la puerta trasera y en lo oscurito.
El proyecto de la presa El Zapotillo va al mismo cajón de la construcción del nuevo aeropuerto en San Salvador Atenco, el proyecto petroquímico Fénix para producir gasolinas, el puerto Punta Colonet y otros espejitos que las administraciones panistas han cacareado sin ver jamás resultados.
Sumidos en la necedad de gobernar con los cuates y no con los profesionales, Vicente Fox y Felipe Calderón sólo garantizaron el efecto, el relumbrón de la noticia y no los efectos negativos que destapan revisiones detalladas, inconformidades legales y demás motivos para desarticular los magnos escenarios de las obras públicas que siguen estancadas en perjuicio del México, al que se dice honrar y se termina reduciendo.
Si así es en lo macro, no pensemos en las triquiñuelas de los gobiernos estatales y sus variantes mínimas. La cantidad de promesas incumplidas y la desconfianza creciente son habituales a los cargos. No se acepta que para ofrecer algo, primero hay que tenerlo, y como de lengua se comen unos tacos, la vergüenza y el bochorno del ciudadano no ceden. A un escándalo, sigue otro y sigue la yunta andando.
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