Por.- EL ABUELO
Tengo 26 años de edad, con mucho esfuerzo logré terminar mi carrera y lo hice con honores, trabajo duro y soy independiente, no tengo antecedentes penales, jamás me he peleado a golpes con nadie, me gusta ser honesto, responsable, tenaz y creo en un futuro mejor lleno de oportunidades; pero ¿Cuál es mi mayor defecto antes los ojos de los demás? SOY HOMOSEXUAL.
Al parecer ser gay o simplemente tomar decisiones diferentes a un común de la gente, significa que eres una abominación. Señoras y señores, si tenían dudas que los monstruos existen, les presento al peor de ellos… “Los Gays”; sé que el tema como tal puede ya ser muy tedioso, gastado y que, a pesar de ello, muchas personas lo siguen rechazando como si fuera la peor enfermedad del mundo.
Pero más que hablar de estadísticas, de confirmar si en verdad nacemos o nos hacemos, que si nos convertimos en gays, que está de moda o que fuimos violados alguna vez; me interesa más exponer lo que es vivir siendo gay, porque somos muy buenos criticando a los demás y haciendo burla de todo lo que sucede alrededor, pero nunca buscamos entender y ponernos en los zapatos de los demás, lo que nos hace falta, y sorprendente que lo diga en el 2010, es EMPATÍA.
Aún recuerdo que desde chiquito se oía decir, “Dios te vomitará si te gusta alguien de tu mismo sexo”, “Los gays son una aberración”, “Es antinatural”, “Están enfermos” y con el paso del tiempo fueron saliendo otros como… “Eres un marica” o sea que si eres gay eres débil, no tienes pantalones; “Por ellos llegó el Sida”, “Promiscuos”, “ No te juntes con él, es gay y seguro se te pegará”, “Mira juega con barbies, ¡qué puto!”, etc.
Pero ¿realmente pensamos lo que sucede en la vida de todas las personas que reciben esa información constantemente? Desde niños existe un rechazo por parte de la sociedad, la cultura te marca como hierro incandescente lo que está bien y mal, pero jamás te enseña la educación a analizar una situación, a entenderla y verla objetivamente y, desgraciadamente, en México la gente no mira cualquier tipo de situación desde esa perspectiva, sólo a lo primero que les viene a la mente y lo defienden a capa y espada.
Regresando al tema de la niñez, aún recuerdo cuando era muy pequeño que sentía una gran atracción hacia el sexo masculino, y no una atracción carnal, a esa edad no eres “promiscuo” si así lo quieren pensar; pero -por lo menos en mi caso- lo supe desde que tengo razón, las mujeres me provocaban enternecimiento y cariño, una buena compañía, pero los niños sentía que me complementaban más, y no sabes cómo expresarlo y menos lo puedes hacer cuando reciben bombardeos continuos de todos lados de que eso que sientes está MAL. Lo que hice fue empezar a reprimirme, no revelar mis sentimientos, porque eso significaría que no encajaría, que mis papás se avergonzarían de mí, que Dios no me iba a querer y que seguro me vomitarían todos como Él lo haría por mis decisiones. Así mejor encontré una salida fácil al mentir, pretender ser un niño “normal” y tratar de ser aceptado como “era”, sin cuestionamientos ni reclamos ni discriminación alguna.
¿Que si resultó? La verdad no, cuando en medio de tu mentira viene de la mano una actitud amanerada, estás perdido, en la escuela no recibes más que insultos, te vuelves la burla de todos los niños, los maestros no hacían nada por detenerlo, tal vez pensaban que si me molestaban lo suficiente, no erraría el camino. Y entonces con qué te encuentras, pues con que ningún niño te quiere hablar, nadie juega contigo y ves que estás solo, y sin saberlo vas perdiendo tu autoestima, y vas olvidando quién eres en realidad, la vergüenza te llena, te odias a ti mismo por no ver el mundo como los demás, te castigas, te pierdes la fe y desapareces. Muchos años de niñez se fueron con las lágrimas de la soledad que sentía, sin amigos, haciendo cualquier tipo de estupidez para hacer reír a los niños que iban conmigo en la escuela y así sentirme tantito más aceptado. En mi casa, no podía ser yo porque seguro me odiarían y tenía que fingir cada segundo.
Mientras crecía con esa realidad, llegó mi primer beso, uno muy inocente, muy cálido, y sí, vino de un niño, un vecino que tenía. Una tarde cálida se acercó a mí y sin nadie más alrededor me preguntó ¿Te puedo dar un beso? Y yo recuerdo haberle dicho ¿Qué es un beso? Imagínense la edad que tenía para no saber qué era besar, pues se dio un tierno, instantáneo y rápido beso, que me hizo sentir lo que era un cariño de verdad, sin falsedades, sin remordimientos, sin necesidad de fingir. Recuerdo haber querido correr a casa y contarles lo que había pasado a mis papás y decirles que ya tenía un amigo y que me aceptaba, y que su cariño se demostraba de una manera muy tierna, pero antes de entrar a mi casa me detuvieron todos los mensajes negativos, me di cuenta que rompí las reglas y que estaba condenado por la sociedad por algo que -en realidad- fue lindo y lo había disfrutado mucho.
Toda mi niñez y adolescencia supe que era homosexual, pero a pesar de ello, me fui amargando, actuando como alguien muy ajeno a mí, muy triste, me sentía vacío, sin sentido, me engañé y engañé muchas veces a mujeres buenas haciéndoles creer que estaba enamorado de ellas, me acerqué al límite de pensar en la boda con una, y ¿para qué?, ¿para cumplir con la sociedad?, ¿para darme cuenta que en realidad no era gay y que sí tenía cura? Hubo veces que quise suicidarme, la presión en mis hombros era muy fuerte y a mis 18 años aún nadie me conocía como realmente era, ni siquiera yo mismo.
Un buen día, con la ayuda de algunos amigos y algunos libros, me di cuenta que estaba mal yo, que mi depresión recurrente y mi falta de cariño me la había producido yo con todas las ideas inculcadas por la sociedad y la iglesia, y que era momento de terminar con la farsa y empezar mi vida real. Por fin, a mis 18 años acepté mi orientación sexual: “Soy Homosexual” y punto. Salí a la calle, me dirigí a mi casa y decidí contar la verdad a mi familia; y así fue.
¿Fue fácil? No, ¿resultó ser como esperaba? Tampoco. Mis padres estaban destrozados, se les vino el mundo encima y pensaban que habían fallado. Pero ¿fallado en qué? Nunca he entendido ese sentimiento, cuando creo que los que menos me han fallado en la vida son ellos; pero no fue fácil, dejaron de comer, mi papá no quería ir a trabajar, no podían mirarme a los ojos, y fue entonces cuando me vi al espejo y sentí algo que nunca había sentido: “amor propio”. Me sentí liberado, sentí que no mentía más, que a partir de ese día iba a conocerme y quería disfrutar todo lo que no pude desde la niñez, sentí que había nacido de nuevo, pero por otro lado sentí que perdí lo más valioso de mi vida, a mi familia y lo que menos quería era verlos sufrir por mi culpa, por lo que decidí irme de la casa y comenzar mi aventura con 50 pesos en la bolsa, ellos juraron nunca más hablarme y me fui, viajé de Toluca al D.F. y llegué a casa de mi hermana mayor, me confesé con ella y me tendió la mano; no cabe duda que Dios nunca te deja solo.
Así fue como revelé mi mayor secreto que tenía y encontré mi libertad; a partir de ahí comencé a trabajar en mí, en fortalecer mi amor, en conocerme, en hacer bromas divertidas sin el miedo de que piensen que soy amanerado y así, que de hecho al crecer se me quitaron esos modales; pasó algo de tiempo en lo que me arreglaba, pero después de casi un año sin hablar con mis padres, por fin se dio un acercamiento y nos pedimos perdón de muchas cosas, ellos se dieron cuenta que informándose y viendo que las cosas no son tan graves como las pintan, en realidad, no cambiaba nada, sólo que ese era yo, su hijo, sin máscaras, y a partir de ahí construimos la mejor relación de padres e hijo que pueda tener en el mundo.
Y a partir de ese momento de mi vida, puedo decir que he sido muy feliz, he logrado las metas que me propongo, me siento apoyado y feliz por ser quien soy y nunca ocultarlo, nunca falto al respeto ni tampoco induzco a nadie a hacer nada, cada quién sabe como decide vivir su vida y el estilo que le quiera imprimir.
Por eso me llama tanto la atención que estemos etiquetados de la peor manera, a lo largo de la historia el homosexualismo ha existido y ha habido épocas en las que no era mal visto, hay muchos personajes que han triunfado y marcado la historia, que han dejado huella y que no por ser gays se detienen o algún defecto los enfrasca y no avanzan, al contrario, somos seres con ganas de salir adelante y de ayudar, no de perjudicar.
Existen muchas evasivas a que podamos tener derechos, que si casarnos, que si adoptar, etc. Pero lo que creo es que es una tremenda injusticia negarle los derechos a gente que piensa diferente, y simplemente por ese hecho; a final de cuentas somos seres humanos, pagamos impuestos como un heterosexual, necesitamos vivienda, trabajos, realizarnos, viajar, tener una casa o un depa, necesitamos crear núcleos familiares al igual que cualquiera en este mundo. ¿Qué nos hace tan diferentes? Existe el mismo derecho que un heterosexual a querer tener salud, poder proteger a tu pareja con seguros médicos, el juntar ahorros hipotecarios para adquirir un bien inmueble, tenemos derecho a jurar amor a nuestras parejas y tenemos derecho a ser libres, a expresar nuestro amor en la calle como cualquier otro.
No es fácil vivir escondiéndose, cuidándose de que no te vean besándote con alguien o no incomodar algún centro comercial porque hay niños y no los vayas a mal influenciar, que algún homofóbico se te vaya encima sin razón aparente, no es fácil rascarte con tus propias uñas, al no contar con derechos, sólo porque está mal visto, y eso duele, porque no cometemos delito alguno, ni tampoco hacemos algo que no sea natural, por Dios, ¿quién puede definir qué es natural?
Muchos pueden decir que hay todo tipo de gays y que algunos ni vergüenza tienen y que son “jotitas” y que todo es un desmadre, y sí lo es, porque muchos son de clóset, porque muchos no son escuchados, no son comprendidos por sus familias, somos gente apartada y mal vista a pesar de estar en el 2010, no hay oportunidades de hacernos sentir dentro de casa, dentro de una familia, la sociedad misma provoca que eso suceda, pero no lo piensan así; y es verdad que hay de todo tipo de tendencias, pero en los heterosexuales también los hay, siempre habrá gente buena, mala, enferma, sana y con todas las características que nos hacen ser una sociedad, pero eso no tiene nada que ver con una orientación sexual.
El AMOR es amor en cualquiera de sus presentaciones, no necesita ser medible por características que lo conviertan en algo natural, por lo que creo ciegamente que somos capaces, de adoptar, de dar educación, de tener buenos puestos, de ser propositivos y ser parte de una sociedad que a final de cuentas busca lo mismo, una nación fuerte y sólida que busca el bienestar y la paz, y que sólo lo lograremos si el cambio viene desde adentro, porque ese pequeño cambio que cada uno puede hacer, constituye la diferencia y construye una mejor sociedad. No somos un virus ni los vamos a contagiar, simplemente necesitamos ser libres y dignos de ser tratados como seres humanos, con todas nuestras garantías individuales y como ciudadanos, sin distinciones, sin prejuicios, sin hacernos menos, sin fingir.
Y como dice la frase conocida por todos “Cada quien hace con su cuerpo lo que quiere”, aprendiendo a respetar eso, los problemas se desaparecerán y comenzará una unión nunca antes vista y que, sin duda alguna, hace falta. Y tal vez mis palabras no signifiquen mucho para algunas personas, pero para mí lo son todo, es mi vida, mi historia, mi esencia que se plasma entre estas líneas en busca de derechos y libertad, no me lo niegues.
El Abuelo
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