sábado, 30 de enero de 2010

EL COCOTAZO:

Y como es usual en este tipo de tragedias – escándalos, los editorialistas de los medios de (des) información ya descubrieron el agua tibia. La culpable del atentado contra el jugador de fútbol profesional, Salvador Cabañas, es la corrupción; esa golfa que suelta millones de pesos para hacer su regalada gana y que es regenteada por el Gobierno en todos sus niveles. Esa escoria se reprodujo en otra alimaña igual de perjudicial: el influyentismo; una especie de señalamiento de excepcionalidad para quienes “son alguien” en la sociedad y que hacen y deshacen con los demás porque “así tiene que ser” y ¿quiénes son los influyentes? Los mismos que jijos de la corrupción que la ciudadanía, en pleno señala, y contra los que no puede safarse a menos que sean sus mismos hermanos quienes los expulsen del clan y entonces permitan aplicarles “todo el peso de la ley”. Así es esto de comer pinole y chiflar al mismo tiempo.

No hay comentarios: