Por.- EL DODO DJ
Alberto Aguilera Valadez, mundialmente conocido como “Juan Gabriel”, cumplió el siete de enero de 2010 sesenta años de vida y casi cuarenta de carrera como compositor e intérprete de sus propias canciones, tanto para el recuento personal como para satisfacer la demanda de material por otras voces.
Es considerado por el público y la crítica especializada de México como el cuarto compositor de música popular esencial del siglo XX, después de José Alfredo Jiménez, Agustín Lara y Armando Manzanero.
Hijo predilecto de Parácuaro, Michoacán, “Juanga” es el menor de diez hermanos y el nombre de Alberto le fue dado en honor a “Alberto Limonta”, célebre personaje de la radionovela “El derecho de nacer”.
Por el enloquecimiento de su padre, la madre Victoria Valadez se trasladó a Apatzingan, Morelia, y después a Ciudad Juárez, Chihuahua, tratando de dar una existencia digna a sus vástagos.
Con las típicas carencias de la miseria y los milagros pertinentes en cualquier leyenda, en 1971, Juan Gabriel grabó el primer éxito discográfico “No tengo dinero”, después de haberse ganado el sustento en formas variadas, incluidas las míticas presentaciones en vivo en el bar “El Noa Noa”.
Sin embargo, la primera canción que escribió en su vida la hizo a los trece años de edad y la titulo “La muerte del palomo”.
Por una falsa acusación de robo, Juan Gabriel estuvo preso en 1968.
El 27 de diciembre de 1974, doña Victoria Valadez falleció y fue enterrada en el panteón municipal de Parácuaro.
Al primer hit siguieron una cantidad impresionante de trabajos que suman ventas de cien millones de discos en el mundo, además de haber sido el primer compositor mexicano, tras una larga disputa legal con la editora y la disquera, de recuperar la propiedad intelectual total de un catálogo de más de 400 canciones que le siguen aportando respetables regalías.
Dotado de una sensibilidad a la medida de la idiosincrasia promedio del mexicano y rodeado por arreglistas hábiles, el repertorio de Juan Gabriel abarca la mayoría de los géneros tradicionales y contemporáneos sin perder la marca de la casa.
“El Divo de Juárez” ha roto todos los records que cualquier competidor haya podido tener antes que él.
Con dos presentaciones, 1990 y 1997, en el Palacio de las Bellas Artes de la Ciudad de México, Juan Gabriel es el primer cantante popular que haya sido acompañado por la Orquesta Sinfónica Nacional.
Reconocido por la elite de los músicos populares de Iberoamérica, Juan Gabriel es un grande por mérito propio.
No obstante, todavía su trascendencia guarda otras peculiaridades. Dueños de una voz y un estilo interpretativo afectado, melodramático y cursi, “Juanga” es la versión local del español “Raphael” o de todos los cantantes “histriónicos” que se imagine.
Genuino “showman” Juan Gabriel canta, grita, llora, baila, suda la gota gorda y se entrega a los fanes que corean las canciones que literalmente TODO México se sabe.
La inclinación sexual del “artista” ha dado fuerza a las teorías variopintas que lejos de afectarlo, le engrandecen porque en la ambigüedad de su preferencia, sabe que los fieles le perdonan todo, incluso, que hoy luzca una figurita físico estilo Pumba. El jabalí animado de la película “El rey león”.
Con un vocabulario limitado y una versificación elemental, “El Divo de Juárez” contribuyó a la banda sonora de las generaciones de mexicanos posteriores al 68 y es un punto de imitación para el resto de tonadilleros. “JG” es un frijol de a libra que resume en la música y la letra la concepción rupestre de la realidad que posee el México amargo. Baste contemplar las cinco películas que estelarizó en las cuales plasma por adelantado una especie de memorias a la mar de ejemplares para las masas abandonadas.
Adorado por mujeres y hombres de todas las edades y obsesiones, Juan Gabriel es el maestro de “Amor eterno” y los duetos desgarrados con la ibérica Rocío Durcal, pasando por el rock and roll del larga duración “Recuerdos” o los mix discotequeros rigurosos de los “Grandes Éxitos”.
Aunque se niegue, Juan Gabriel está “Siempre en mi mente” o dándole los “Buenos Días, Señor Sol”, pues uno es “Insensible” a heridas de amor.
Defínalo como le guste, pero “Juanga” es uno de esos pocos compatriotas inolvidable, a los sesenta o a los cien años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario