jueves, 12 de noviembre de 2009

MALA LECHE: VIVIENDO EN EL DESPERDICIO

Ya ni la chinga el Poder Ejecutivo Federal, consciente de no vivir sus mejores momentos con Felipe Calderón, se lanza al vacío al pedir recursos millonarios para PROCAMPO y PROÁRBOL, dos programas sociales ventilados públicamente como fugas enormes de dinero y corrupción, pero como son engendros del panismo ¿gobernante?, ni modo de reventarlos y aceptar la incapacidad mental de realizar proyectos funcionales. La bronca recae en los senadores y diputados blanquiazules de meter los fueros al juego para sobar la rabadilla del campeón de las derrotas políticas.

Mauricio Fernández, alcalde de San Pedro, Nuevo León, electo panista en múltiples cargos, alcanzó la cumbre de la fama mediática por dejar entrever que él no se anda con medias tintas en contra del crimen organizado y que, a punta de balazos y brazos paramilitares, ya lleva una discreta cuenta de delincuentes asesinados, poniendo en entredicho la perorata presidencial de la República y los buenos oficios de quienes viven del cuento de la justicia y la erradicación por las buenas del hampa. Este vengador reconocido fue llamado a cuentas por el pleno de la Procuraduría General, y lo andan reclamando en la dirigencia de Acción Nacional y Los Pinos para meterlo en cintura porque no se trata de robarse el cartel, sino cooperar para fintar al respetable en esas movidas, digamos, negociadas. Sin embargo, en la mente de los ciudadanos, la idea del ojo por ojo tiene sus adeptos, precisamente, por el constante quiebre de la integridad del Estado.

Según el Índice Latinoamericano de Transparencia Presupuestaria 2009, que mide cómo se las gastan los doce países de la zona para facilitarle a los ciudadanos información sobre el destino del dinero público, México fue uno de los países con peores calificaciones mientras que Costa Rica y ¡Perú! obtuvieron calificaciones altas, lo que demuestra la vigencia de la tradición absolutista de los burócratas nacionales de no confesarse ni con Dios. La lana es de quien la quita y no está obligado a dar explicaciones impuestas a sus negros corazones. Otra mancha más en el expediente de este gobierno del fracaso.

Y a pesar de toda la tinta vertida, la megamarcha y el paro de doce horas efectivas convocados por el Sindicato Mexicano de Electricistas tuvo incidentes violentos y, en general, un saldo blanco, o es lo que desean las autoridades y los medios de desinformación resumir. Sin embargo, ayer la ciudad estaba rara, misteriosamente sola y algo flotaba en el ambiente. Los Dodos oteamos a los puntos cardinales y vimos avenidas desiertas, calles melancólicas y gente caminado rápido sin saber si era por el frío u otra cosa.

Algunos ciudadanos, al preguntarles por el inusual aspecto del Distrito Federal, fueron claros: es miedo; miedo a que la cuerda se rompa por el lado más débil. Son muchas fregaderas acumuladas en el ánimo del pueblo y como que trae espanto, de ese que huele a difuntos y sangre.

Los anónimos se están hartando de quedar en medio de guerras ajenas y andan pidiendo culpables. Los males que de arriba caen les pegan en el hígado: Carlos Slim es, según la revista Forbes, el sexto hombre más poderoso de la tierra, y los mexicanos nos cuestionamos de qué nos sirve o beneficia, a no ser que trabajemos y consumamos para llenarle la billetera. Estamos dándole la vuelta al espiral, y cosas de hace cien años se vuelven asunto de todos los días.

Pero en la noche Calderón y señora inauguraron un estadio de fútbol profesional en Torreón, junto a la leyenda del balompié brasileño “Pelé” y el show musical de Ricky Martin, imitando a Antonio López de Santa Anna, el señor de la silla palomeaba la fachada de un progreso insulso y ofensivo con la miseria vigente en los rincones olvidados de la Patria.

La ciudad presiente, no lo tomen a guasa.

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