Por: Raúl Gómez Miguel
Con apariciones de pisa y corre, el titular del Ejecutivo Federal como que cumplió con los riesgos del cargo y se regresó a Los Pinos a seguir su propia instrucción de no hay lugar más seguro que el hogar, que los empleados se hagan bolas en la emergencia y que le reporten lo que vaya sucediendo.
Otra prueba del patriotismo oficial la dieron senadores y diputados que al grito de “los grillos primero” sacaron acuerdos y propuestas de ley al fregadazo, incluidas la legalización de las cantidades permitidas para el uso personal de estupefacientes y los disfraces de paisano para la policía, cerraron el Congreso y levantaron el vuelo. No que no se podía legislar al vapor.
Cancelado el desfile del primero de mayo, no desistieron algunos grupúsculos disidentes para reunirse y gritar rodeados de inmuebles vacíos del Centro Histórico las consignas desgastadas de reivindicación social.
Misteriosamente, el discurso de las autoridades en general ha cambiado y comienza a exteriorizar un optimismo sospechoso de que el virus de influenza humana, que no porcina, entró en una fase de estabilización y que el futuro será venturoso. Sería la primera vez que un virus se comporta con directriz gubernamental y acata el tiempo dado para su propagación y mortandad.
Las que no dejan de llorar y todo pulmón son las cúpulas empresariales que lograron de la Secretaría de Hacienda el juramento de que van a ofrecerles estímulos fiscales para que no resientan en pleno los efectos de la contingencia. Lo malo es que esa bondad tributaria no llega a los contribuyentes físicos que están aplastados por la carencia de ingreso.
El rating generado durante la epidemia cobra ganancias al modificar precios de anuncios mediante el trinquete que más gente los ve. El dinero está asegurado porque para estar al día el respetable debe de tragarse la linda programación de la tele abierta y otras novedades como la cancelación de grabaciones de telenovelas y la muerte de Amparito Arozamena.
Hasta un peluche conmemorativo se vende por Internet para que los compradores presuman que sobrevivieron a este momento histórico.
No obstante, no todo es cinismo. Los médicos, médicos, y el personal de respaldo que tienen para cumplir sus tareas han dado prueba de dedicación, profesionalismo y agallas sin grandes alardes o reverencias. Día a día asumiendo riesgos han resuelto lo que está a su alcance y continúan batallando con los enfermos, no sólo de la influenza, sino de las decenas de enfermedades que azotan el país, y hasta ahora, ningún “ilustre” ha sido para darles las gracias. Pero es normal en una burocracia donde el heroísmo no paga.
Desde la redacción de El ÚLTIMO DE LOS DODOS mandamos una porra estruendosa a TODO el personal hospitalario nacional, excepto a los burócratas que no hacen nada, pero cómo estorban, por poner a raya al virus, a veces con lo mínimo que disponen. Esos hombres y esas mujeres son la diferencia en lo que hoy estamos viviendo.
Lástima que no podamos hacer lo mismo por las autoridades federales ni por las locales que le han hecho más el enmascarado y que no pierden oportunidad para curarse en salud y no perder la tajada del presupuesto.
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