Lo sabíamos y nunca lo valoramos en su excepcionalidad, grandeza y trascendencia universal, tenía que venir la Universidad de Emory(metodista y financiada con dinero de la Coca Cola a la que le trabajó en su juventud el homenajeado), en Atlanta, Georgia, Estados Unidos, a brindar el Doctorado Honoris Causa a don Vicente Fox Quesada, ex presidente de México, por “su liderazgo internacional en temas de democracia y sus iniciativas emprendedoras” para que sus connacionales nos sonrojáramos por la falta de visión al no detectar en la figura de “El Botas” al estadista que salvó la Patria e hizo de esta nación un espacio de admiración planetaria que aún no se recupera de la enorme pérdida de su mando. No somos nada. Perdón, cegados por la luz.
Los Dodos estamos conmocionados porque habíamos dudado del temple y el carácter de “Chente” en eso de los tejes y manejes de las relaciones exteriores, ya ve que en su sexenio México perdió toda su política exterior y causó hilaridad los incidentes diplomáticos protagonizados por el hijo predilecto de Guanajuato. Pero hay un dios que todo lo ve y hace justicia. Tanto burlarnos de su INEPTITUD y ahora descubrimos, según los gringos sureños, que no sólo tiene cerebro sino un cinismo a prueba de balas para prestarse a tamaño circo, después que por estas tierras el ciudadano lo a-dora en leña verde y maldice la hora en que se le ocurrió votar por el mandatario más folclórico del siglo XXI, que legó una crisis política, económica y social tan profunda como las de los grandes dinosaurios priístas.
Con estos arranques de premiación, hasta el burro que tocó la flauta merece un monumento. Alabado sea el panismo y la estupidez de sus criaturas para confiar que el señor Fox es algo más que un pésimo “clown” de la misma estirpe del Negro Durazo y otros nefastos funcionarios públicos laureados.
Si tanto admira a Fox la antigua confederación, que se lo lleven con todo: señora, partido, parientes, amigos y Centro de adoctrinamiento bárbaro, a ver si lo aguantan un día de gobernante.
Ya enchilados ¿qué es eso de que los mexicanos somos una raza aparte? ¿Qué nuestro mapa genético es una mezcolanza bien rara y que chance y somos extraterrestres?. Demandamos una explicación. Está bien que seamos un pueblo bastante extraño y medio de caricatura, sin embargo, hasta donde sabemos eso no basta para que nos etiqueten como únicos en la especie humana y, por ende, sabrá la que nos trajo cuántos inconvenientes tendremos integrados en el reparto de enfermedades y esperanza de vida.
Y todavía con estos señalamientos se espera que no nos discrimen por autóctonos propensos a males exóticos y anomalías genéticas dignas de un argumento de Ed Wood. No la chiflen, que seamos “mollenitos” (fusión de las palabras moreno y lleno) no faculta a los científicos a pitorrearse a nuestras costillas. Los mexicanos somos de la Tierra, a pesar que el aspecto no nos ayude. No venimos con los “aliens” o los “depredadores”. Que aguantemos casi todo, menos una nueva influenza que no conocíamos, no comprueba nada. Por eso México significa el lugar donde vive los mexicanos, o sea, nosotros. Que quede claro. Faltaba más.
Posdata.- ¿Quiénes son los compradores compulsivos de un libro llamado “La corrupción azul” de Daniel Lizárraga que a toda costa impiden que el electorado conozca otra faceta de la derecha activa nacional?
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