domingo, 24 de mayo de 2009

MARASSA: CAMINAR EN LA NORMALIDAD

Por: Raúl Gómez Miguel


Investigando, más que creyendo, me lancé a las entrañas monstruosas del Centro Histórico de la Ciudad de México para comprobar que tan real es la normalidad después de su cese oficial y cómo los ciudadanos le dan vuelta a la tortilla y salen adelante.

De entrada, los precios de las mercancías y los servicios aumentaron por razones lógicas de recuperación de las perdidas por la epidemia y aunque abiertos los establecimientos, los consumidores son pocos.

Las calles a pesar de ser las mismas de todos los días, poseen un halo extraño, desconocido y el caminante las redescubre recordando que algo les pasó. El paisaje es familiar y no, en cualquier momento se espera la aparición de lo insólito.

El transporte público sofoca. Dentro el calor humano es pegajoso; fuera, el sol y las nubes juegan al gato y al ratón, poniendo a la temperatura corporal en un sube y baja, que pronostica resfriados y gripas.

La propaganda electoral es discreta frente a la campaña de una ciudad segura. No se ven tantos turistas.

La novedad y la rotación de las ofertas se han esfumado. El poder adquisitivo del peso no da en la cotización indispensable del negocio.

Los espacios para tomar la copa se defienden por la reacción psicológica del olvido aunque se venda la humilde cerveza y la fulminante marranilla.

Los transeúntes nos movemos deprisa, alertas, y nos dirigimos directamente a lo que vamos y luego, casi perseguidos, regresamos a casa.

Queremos instalarnos en la normalidad pero no sabemos cómo. El presidente llamó a no bajar la guardia y la Secretaría de Salud ha dejado de informar y la Secretaría de Educación Pública anunció el fin de los filtros sanitarios en las escuelas.

Vemos los puestos ambulantes de comida infecta y dos que tres comensales en el siempre suicida juego del reto gastrointestinal.

Pregunto por un libro, a simple vista pirata, y me dan una cifra idéntica al original en un establecimiento de cinco estrellas.

Unos graduados alquilaron un turibús para su uso exclusivo y llegar en forma original a la Torre Mayor del Paseo de la Reforma.

Las dudas no se disuelven. La teoría de la conspiración atiende a un invento del gobierno. Otros piensan que la influenza es una amenaza real y que nos podemos llevar otro susto. Los más se preocupan por reponerse a los gastos de la contingencia y nivelar el barco de la supervivencia diaria.

Los cubre bocas están en retirada y estamos apenas poniéndole cara a los sucesos en el mojón de lluvia contaminada de una metrópolis mutante.

Caminar en la normalidad es hacerlo en el filo de un cuchillo de obsidiana.

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