miércoles, 23 de marzo de 2011

ASUNTOS EXTRANJEROS: LIBIA

POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL

En la opera bufa de los dictadores el guión siempre es el mismo. En el primer acto se busca al candidato, se le arma, se le promete y se le manda a tumbar gobiernos. En el segundo, las potencias “amigas”, para no decir patrocinadoras, a gusto con el hombre en el poder se cobran los favores y lo sostienen hasta que un día la tragedia se avecina. En el tercer acto, el dictador, vencido por sus propias limitantes, con cualquier pretexto es combatido por quienes lo pusieron al mando y no paran hasta derrumbarlo, ocultos en movimientos de oposición entregados a caros ideales. Por no esto, no extraña Libia.

Muammar Gadafi, como cualquier otro dictador de la región, fue puesto por los intereses occidentales para asegurar intereses económicos y financieros.

De esta manera, si ahora Occidente desea cesar a Gadafi, lo hace por las eternas razones de supervivencia y hegemonía en las que creen.

Libia, el tercer país productor de petróleo del mundo, después de la tragedia de Japón, se constituyó en una prioridad para mantener cierto equilibrio en el energético y evitar un tsunami financiero que complicará más la coyuntura del mundo, amen del habitual resquemor que el mal ejemplo cundiera.

Llama la atención como Naciones Unidas ahora sí se apuró a palomear balazos y que los infatigables Estados Unidos, Inglaterra y Francia sean los primeros en apuntarse a los cocolazos, dirigidos a derrumbar la dictadura de Gadafi, olvidando que cada uno de estos paladines tiene una larga lista de negocios turbios con el señor.

Pongamos el caso de Francia, el país que presume haber abierto los bombardeos a Libia.

Hace tres años, en diciembre de 2007, Muammar Gaddafi visitó París e instaló su jaima (tienda de campaña) a unos metros del Elíseo. Los puentes de la capital francesa se bloquearon para que el líder de la revolución libia pudiese realizar un paseo por el Sena. Se programó una caza de faisanes en el bosque de Rambouillet. Nicolás Sarkozy, el actual “héroe del olvido” aceptó que Gaddafi y su corte realizaran la primera visita oficial a un país europeo.

La visita de seis días de Gaddafi fue el precio que Sarkozy tuvo que pagar, tras la liberación de cinco enfermeras búlgaras a las que el libio acusaba de haber contagiado adrede, con el virus del sida, a cientos de niños en un hospital de Bengasi y por ello las encarceló. Sarkozy envió incluso a su esposa de entonces, Cecilia, a Trípoli para negociar con Gaddafi.

La liberación despejó el camino para hacer negocios con Libia. Tras años de sanciones, el ejército del país norteafricano tenía una gran necesidad de ponerse al día y Francia estaba bastante dispuesta a suministrarle lo necesario a un dictador que contaba entonces con el aval internacional.

Tras una comida de gala en el Elíseo se firmaron acuerdos por más de 10 mil millones de euros, entre ellos para el suministro de aviones Airbus, armas y centrales nucleares. Los defensores de los derechos humanos protestaron y Sarkozy argumentó la necesidad de mantener puestos de trabajo en Francia.

De ese tamaño es el desfiguro de un político galo que a toda costa desea la alabanza continental, demostrando una nula memoria para lo que no le conviene. Sin embargo, el nuevo canciller francés, Alain Juppé, recibió instrucciones del ejecutivo para reconocer diplomáticamente a los rebeldes libios, pedir ataques militares selectivos, y meter al Consejo de Seguridad de la ONU en la decisión de la violencia.

Estados Unidos e Inglaterra, perfectamente identificados en eso del desconocimiento instantáneo, dejaron hacer al tiempo que China, Rusia y Alemania se abstuvieron, pero discretamente no frenaron a los rijosos.

Incluso el mítico eurodiputado Daniel Cohn Bendit, líder del mayo francés de 68, declaró: “Por una vez, la diplomacia francesa trabajó bien”. Deprime como en la vejez radical, aparece la viruela reaccionaria.

La guerra es un recurso tramposo y los aliados anti Gadafi pueden llevarse una sorpresa al suponer que el dictador va a caer a la ligera y que no meterá las manos. De igual modo, piensan que, a pesar de la experiencia estadounidense en Irak, tardarán unos meses en poner a Libia en la perspectiva adecuada sin considerar que de entrada los rebeldes no comprenden la “O” por lo redondo en materia de organizar una nación amarrada con múltiples compromisos de no tan simple solución.

¿Es posible cuidar civiles llenando de bombas la tierra?

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