La naturaleza es implacable y rebaja al hombre a su condición real de una especie más en un planeta regido por sus propias leyes, a veces favorables, a veces letales.
El viernes pasado, como es de sobra sabido, un terremoto de 9 puntos en la escala de Richter golpeó a Japón, metiéndolo en una crisis superior a la ocurrido al cese de la Segunda Guerra Mundial, hace 65 años, que se agravó no sólo por el tsunami consecuente, sino por las temibles secuelas en las plantas nucleares construidas en la zona de desastre.
Japón enfrenta una emergencia nuclear y aun no ha podido resolver las desgracias humanas y materiales inmediatas.
Yukio Edano, jefe del gabinete, reconoció ante reporteros que “una fusión pudo haber ocurrido en al menos uno de los reactores de energía nuclear. Creemos que existe esa posibilidad. Está adentro del reactor. No podemos ver. Sin embargo, estamos asumiendo que ocurrió una fusión en el reactor número uno de la planta nuclear de Fukushima, una planta ubicada 240 kilómetros al norte de Tokio”.
Además, externó su preocupación de que el mismo escenario se esté repitiendo en un segundo reactor, el número 3, que también registró fallas.
La fusión significa que ocurrió una falla catastrófica en el núcleo del reactor, con potencial para una extensa liberación de radiación, según los expertos.
Las declaraciones se produjeron después de que la empresa operadora de la planta, Tokyo Electric Power (TEPCO), advirtiera que el nivel de radiación que desprende la central superó hoy el límite legal. La radiación en la planta afectada es de 882 microsievert por hora y llegó alcanzar brevemente los mil 24. Japón autoriza un máximo de exposición de 500 microsievert por hora.
De acuerdo con la agencia Kyodo, unas 15 personas resultaron contaminadas con radiactividad cerca de la central nuclear de Fukushima. Unas 170 mil personas han sido evacuadas de los alrededores de Fukushima I —donde ayer se registró una explosión de hidrógeno en el edificio que alberga al reactor— y otras 30 mil de las inmediaciones de Fukushima II.
El gobierno ha ubicado en el nivel 4 —con consecuencias locales— la gravedad del accidente nuclear. El nivel máximo que puede alcanzar es el siete, lo que significaría que las radiaciones pueden extenderse a otros países. La explosión de Chernobil, en 1986, llegó al nivel siete.
El gobierno está además en una carrera contra el tiempo para encontrar sobrevivientes del terremoto y tsunami del viernes. La cifra oficial de muertos es de 763 y la de desaparecidos es de 639. Sin embargo, las autoridades advierten que el número podría superar los 1,800, porque hay poblados totalmente arrasados. Tan sólo en un pueblo en la provincia de Miyagi, unas 9 mil 500 personas continuaban sin ser localizadas. Olas de hasta 10 metros arrasaron la población, señaló un portavoz provincial. Imágenes de agencias noticiosas mostraban al pueblo prácticamente bajo el agua.
Los japoneses, en tanto, seguían ayer atemorizados, ante las constantes réplicas del terremoto. El sábado, los rascacielos en Tokio volvieron a estremecerse con un intenso sismo.
La Agencia Meteorológica nipona mantenía dos alertas de tsunami dos días después del devastador terremoto en el noreste de Japón, donde en las últimas 11 horas se han registrado catorce nuevas réplicas, de las cuales, al menos tres alcanzaron los 6 grados.
Desde que el terremoto del viernes se han producido más de 200 réplicas que se han sentido en gran parte del territorio japonés, incluído Tokio.
El primer ministro japonés Naoto Kan sostuvo que el país sufrió el viernes un desastre nacional sin precedentes, y prometió su mayor esfuerzo para salvar el mayor número posible de vidas, ayudar a los afectados y garantizar la seguridad nuclear. Unos 100 mil soldados participan en los rescates, con ayuda de 190 aviones y 25 barcos.
La apertura de los mercados internacionales traerá una fuerte sacudida financiera por una simple razón: los japoneses están asegurados con empresas europeas y estadounidenses, que recibirán demandas inmediatas de recursos, lo que indiscutiblemente pondrán a prueba la estabilidad de las finanzas mundiales. Sin olvidar, claro está, el inminente peligro de una tragedia nuclear que toque el resto del continente asiático.
AGENCIAS Y RGM
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