Por.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL
Quedemos en la cifra oficial de la autoridad capitalina: el jueves 15 de octubre de 2009, 150 mil personas marcharon en contra de la desaparición de la compañía de Luz y Fuerza del Centro y del Sindicato Mexicano de Electricistas. Durante cinco horas numerosos contingentes entraban como podían a la plancha del Zócalo, muchas veces ganado y, otras tantas perdido. Recuperaban las calles y le decían a la sociedad en términos claros las razones de su enojo e invitaban al apoyo, advirtiendo primero fueron los electricistas, después ustedes.
No era una táctica de explotar el miedo. Era reflexionar sobre la objetividad histórica y la subjetividad política. El sindicalismo favorecido por el poder es anacrónico y semeja grandes elefantes blancos, caros e inútiles. Sin embargo, la parcialidad del Presidente es un resentimiento hondo de un funcionario que se sabe legal, pero nunca legítimo. Calderón llegó a Los Pinos por componendas, no por la voluntad del pueblo. El voto popular estuvo en la Izquierda, con Manuel López Obrador, que no quiso convocar a una verdadera resistencia civil y terminó por pactar con los innombrables mediadores de la Patria. Que no se confunda el burócrata, si cumpliera con la historia decretaría la desaparición de TODOS los sindicatos, incluyendo al de la señora a la que le debe la Presidencia.
En la disputa de 2006, el Sindicato Mexicano de Electricistas participó activamente a favor del Partido de la Revolución Democrática y esta ofensa la guardó el presidente de los mexicanos que votaron por él.
Moviendo mar y tierra, aprovechando las ambiciones personales de los líderes sindicales, que fueron a vender a las oficinas de Calderón la oportunidad de exterminar a uno de los pilares de repudio que ha tenido su mandato y creyendo, en esa mente retardada natural que podía reventar de raíz ese recuerdo incómodo, decidió actuar y el tiro le salió por la culata.
Ayer, por la tarde, ciento cincuenta mil personas y miles que mantuvieron la atención en el desarrollo, dijeron NO a la unilateralidad. Una multitud agobiada, caliente y decidida le puso cara a las clases gobernantes y dominantes, esgrimiendo el argumento del derecho.
A pesar de la cargada a censurar la beligerancia de los electricistas, vertidos en los espacios dominados por la Cámara de la Industria de la Radio y la Televisión, Internet facilitó una trasmisión en directo del acto y dejó que las imágenes y las consignas de los manifestantes calaran en la razón del público.
El hombre que encendió el fuego, sin los coros lambiscones que lo tildan de valiente y visionario, estuvo oculto sabrá donde por si corría peligro su personita. Los Senadores, precavidos, cerraron el changarro temprano y partieron a la fortaleza de confianza. En el Congreso, los grillos atizaban propuestas alternas para aguardar las apariencias. De tener razón, pienso, por qué tanto temor a los alborotadores.
El Peje, enloquecido y oportunista, hizo acto de presencia con los habituales discursos para toda ocasión y jaló el agua para su pozo seco. Pretende colgarse de esta injuria para recuperar el brillo de la popularidad oxidada, y por esa misma línea arribista desfilaron los notables izquierdistas, condimentos de cualquier desmán y hasta los líderes eléctricos arrepentidos recordaron cómo adueñarse del asfalto. Por unos instantes, regresamos a eventos que marcaron la agonía de la dictablanda del PRI, y no exagero al imaginar ondear las descoloridas banderas rojas de entonces en los juegos de sombras de la Plaza de la Constitución repleta.
Ahora el escenario, aun inclinado por el peso del Gobierno Federal, tiene la presencia de ciento cincuenta mil personas, casi tres veces más que los agremiados al SME, para pintarle un enorme violín a Felipe Calderón y mantenerse en pie de guerra por las purititas ganas de no bajar la cabeza, extender la mano o rogarle a un infeliz.
Mi postura es el respeto a mis derechos y a mis obligaciones ciudadanas para que se nos informe de las decisiones trascendentales de la República con anticipación y argumentos duros para tener una intervención directa en la toma de decisiones. Ya me cansé de que una sola persona, a la que le pago como todos los contribuyentes, sea crea dueño de mi destino y elija mi bienestar.
Señor Presidente: soy un adulto y me he ganado la vida con mi esfuerzo, y tengo garantías constitucionales que no le facultan a actuar en mi nombre y mi perjuicio.
Honestamente, desde el primer año de su gestión, me di cuenta que no lo necesito para nada y que sólo me ha dado problemas que me cuestan caro y que no me competen en lo absoluto.
Por tanto, mantendré el ejercicio de mi libertad de expresión informando, evaluando y proponiendo lo que considere justo y acorde a mis principios civiles, al igual que espero, otros ciudadanos hagan lo mismo.
Talvez la marcha se haya percibido como una bravuconada y un esfuerzo inútil, pero salir a la calle para defender un espacio de trabajo es un acto de respeto.
Por ende, hágale como quiera: no nos vamos a dejar y estaremos pendientes de que cumpla la Protesta de Ley que hizo a su cargo; quienes integramos la Patria se lo demandaremos.
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