LA DODOREDACCIÓN
Sólo fue una prueba de trámite y un ejemplo de fuerza dominante. El Partido Revolucionario Institucional se dejó sentir sin asomo de tibieza. Destrozó la voluntad del Poder Ejecutivo y del Partido en el poder raquítico, impulsando una contra propuesta tributaria a su gusto y conveniencia.
Tal y como LOS DODOS habían anunciado en entregas anteriores, los grillos encontraron otras modalidades para ensartar al pueblo y mantener la gama de privilegios intocables de los servidores de la Patria. El ciudadano terminará por pagar más y sus hijos heredarán esa deuda.
El anuncio del Partido de la Revolución Democrática, considerando sus mermadas posibilidades, de oponerse con todo al sacrificio de la gente sonó a causa perdida.
Sin ignorar la "toma" de la tribuna por el Partido del Trabajo para salir en la foto de la oposición al sangrado de los mexicanos. Ya pasaron las lunas del revanchismo social.
La voluntad real del país descansa en los muertos vivientes y los dinosaurios del priísmo, que van por más, precisamente para recuperar el imperio y hacerle pagar a quienes los derrotaron que, en ciertos casos, a los monstruos hay que rematarlos en la cabeza.
De consolidarse esta factura, el calderonismo se tendrá que preparar para regresar el poder y las disculpas a los señores de las mañas institucionalizadas.
Este escenario no obedece a teorías de conspiración o a entuertos esotéricos, simplemente, corresponden a la ineptitud de una derecha anquilosada en el siglo XIX y a una izquierda que no pasa de demandar “todo el poder al soviets” en un mundo sin Unión Soviética.
El Partido Revolucionario Institucional y las hordas retardatarias bajo su designio han aprovechado las estupideces ajenas, y no dudan que los pecados ajenos lo eleven a los cielos. Como una criatura sui generis, el tricolor salta a la pista envuelto en los ropajes de siempre, captando la visceralidad popular a punta de matracas, tambora, barbacoa y un catálogo de obsequios inexistentes para la propaganda contemporánea civilizada.
Felipe Calderón lamentará el berrinche sonoro que hizo, cuando sus genes de conservador decimonónico lo hicieron gritarle a los jefazos del PRI que haría la imposible para no regresarlos a Los Pinos.
Y en cierto modo lo cumplió, ha hecho lo imposible para remontar vuelo como Presidente y sus decisiones son las de un fuego de San Telmo, espectaculares en la noche, pero no hacen mella.
Restan tres años para recuperar terreno, augura Acción Nacional, sin embargo, no cuentan con la lealtad a la camiseta o la unidad indispensable para que los militantes atraídos por el dinero y los privilegios no acepten ponerse la verde y ofrecerse a un partido histórico, recordando el centenario que lo vio nacer.
En mal momento el equilibrio de fuerzas políticas se fue al traste. México requiere efectivamente de una revolución y no una reforma en su funcionamiento y alcances, no obstante, la primera medida trascendente en el proceso de erradicar los vicios, los refrenda.
La propuesta priísta es engordar la cartera gubernamental para un mayor reparto entre pares y desligarse de la suerte del ciudadano, quien pagará otra tanda de vicios mayores en un espacio reducido de realización y proyección personal.
La reforma tributaria priísta es una anaconda traicionera por que, si bien la propuso y la aprobó el partido, será Calderón y el gabinete quienes la aplicarán, recibiendo la lapidación correspondiente del ciudadano promedio, es decir, el PRI eligió el lugar y ha puesto a gobierno a cavar su propia tumba.
No está mal para vengar los años de ausencia.
¿Y el pueblo? Ese no existe.
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