No me ayudes, compadre. La comparecencia de Agustín Cartens, Secretario de Hacienda, del gobierno de Felipe Calderón, en el Senado de la República sirvió para un carajo por que lejos de dar argumentos para defender a la bancada panista les dio, en vivo y en directo, la imposibilidad de no salir raspados con los votos de la propuesta fiscal para 2010.
Sin pelos en la lengua, y como los Dodos ya lo habían informado, el mexicano mejor alimentando de la población aseguró que la propuesta del 16% en el Impuesto sobre el Valor Agregado salió de la elite del calderonismo, igual que el lúgubre 2% de impuesto para la pobreza. Dicho de otra manera, el revuelo violento en el Congreso se desprendió de la sapiencia y el tacto de los funcionarios predilectos de Calderón.
Con esa claridad, senadores y diputados de Acción Nacional desearon ser tragados por la tierra, pues advirtieron su conversión a mártires de lo imposible por intentar revertir la unidad de la oposición para ponerles en su máscara a los conservadores como lección a su idiotez.
Y en plena euforia, el Ejecutivo declaró otra de esas perlas que cuestan caro: las grandes empresas no pagan y se hacen mensas con los impuestos. Claro el harakiri político, súmele el desgaste en un embrollo sin pies ni cabeza. Las versiones corren arriba y debajo de las Cámaras, nublando el destino de los ingresos para el próximo año, al tiempo que los empresarios aludidos contestaron que sí pagaban impuestos y hasta que pagaron la candidatura del Presidente legal.
Los gobernadores entraron al cuadrilátero, reclamando los dineros que la Federación no suelta y que complican los incendios que el pirómano Calderón ha iniciado en toda el País.
Divisiones, fusiones, alianzas insólitas, elocuencia a destiempo y una variedad de caídas han hecho del paquete fiscal la rifa de la muerte y los grillos nomás alborotan y no sueltan.
En una linda metáfora popular la administración Calderón está hecha un camote y no precisamente de dulce.
Eso de la línea y la caballada completa son pasado. Los representantes del pueblo alargan el reloj y juegan con la desesperación, tratando de no salpicarse de un plan económico ideado con las posaderas.
Como pocas veces en nuestra Historia reciente, el Presidente concreta lo inverosímil, un movimiento que podría llamarse TUCOG (TODOS UNIDOS CONTRA EL GOBIERNO) integrado por grillos y civiles que coinciden en la animadversión a la gestión presidencial y acumulan facturas pesadas a cobrarse tan pronto y se le mueva la silla.
Felipe Calderón se ha vuelto el innombrable y aunque esté en todas partes, nadie lo quiere ver. Al demonio se fueron las estadísticas, los diseños de imagen, la compensación en efectivo o especie: la sociedad civil le reclama al señorito de los Pinos que no se haga que San Judas le habla y que dé una salida acorde al cargo.
El cónclave príista es el que mayor atención jala, pero el resto de los partidos negocian por el estilo, saben que las piedras caídas de Palacio Nacional no auguran nada bueno y si la mente maestra de las finanzas públicas no convenció ni así mismo, qué le espera al Secretario del Trabajo.
En la loca, Marcelo Ebrard pretende que el Congreso apruebe quince mil millones de pesos para la Capital so pretexto de proyectos y obras bienvenidas al caso en lo grueso de los fregadazos, de que los hay, los hay.
A ver sin con la visita de los santos difuntos, los politicazos despiertan o el TUCOG se eleva a primera fuerza del país.
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