Por: RAÚL GÓMEZ MIGUEL
Alameda Central de la Ciudad de México, un domingo cualquiera
El público aplaude. Un hombre se gana la vida repitiendo la fórmula que ha vuelto millonarios a otros. Jorge Rodríguez, “El tehuano”, es un emotivista profesional fuera de serie.
Respetado por una audiencia variopinta, el merolico, cómico, payaso, mago entre diferentes oficios más, efectúa el mismo espectáculo que en una sala de conferencias de un hotel cinco estrellas o que en una aula universitaria exclusiva costaría una cifra de varios cientos de pesos.
El discurso es simple. No existe la mala suerte, la brujería o los extraterrestres. La fatalidad se reduce a una cuestión mental, a un asunto de energía y a una manera particular de manejarla.
Ataviado con la elegancia padrotona del barrio mítico, dueño de las pistas de este circo sin carpas, “El tehuano” comenta “Yo pertenezco a la Unión de Artistas y Propagandistas en la Vía Pública, que reúne alrededor de 200 personas en cada subgrupo. Aquí en la Alameda, por ejemplo, trabajamos 30 miembros. Mi acto es Psicología para la Gente y tiene el propósito de motivar”.
La idea no es absurda. En el público se observa una desesperanza oculta en el ánimo de fiesta dominical. Está el soldado franco, la sirvienta de planta o de entrada por salida, el obrero no calificado, el desempleado, el ayudante en pequeño, el provinciano en proceso de aclimatación, el policía disfrazado de charro, el vendedor ambulante, el niño de la calle, las crías sucias de las marías; los representantes perdidos de la democracia foxista y del glamour de la primera dama, el México bronco que a todos duele.
“El poder de la mente hace y deshace a la persona. Si es positiva, se aplica al trabajo, le pone ganas, la va a ir bien. Si guarda un ánimo nocivo, flojea, miente, engaña, será derrotada por su negatividad”.
Una pareja de novios asiente. ¿Quién piensa en la felicidad?. Ninguno de los dos trabaja y por ahí anda el susto del embarazo. Los padres de ella algo se huelen. ¿En qué estaban pensando?. Quizás exista una solución.
“Yo tengo fe en la Santísima Muerte y San Juditas Tadeo. A ellos encomiendo mis problemas. La Santísima Muerte está cerca de nosotros y puede disponer de cualquiera. No es buena ni mala: es”.
Una muchacha sale del semicírculo de oyentes que se ha formado. El nombre de la Parca es suficiente amenaza. Los rumores esparcidos por los medios de información y el sacerdote católico de la parroquia del barrio, le mercan la huída. Esas chifladuras son del diablo.
“La brujería no existe pero sí la maldad, siendo su primera manifestación la envidia, y por envidia el amigo, el familiar, la vecina puede recurrir a los servicios de charlatanes aprovechados de las pasiones humanas. La maldad funciona en personas de mentalidad débil, en las fuertes jamás”.
Hace quince años, Jorge Rodríguez empezó a conocer el oficio. El señor Juan Manuel Vidal le dio las primeras lecciones sobre el poder de la mente y la alimentación mental.
“Lo que ofrezco es una psicología grande en palabras sencillas y hasta vulgares. Hablo con mentadas porque de otra manera a la gente la haría tonta y no me entendería. Yo marco los errores que tenemos y trato de brindar una autoestima, un aliciente para salir adelante; que las personas salgan por sí mismas sin tantas idioteces alimentadas por la mercadotecnia de la televisión. Durante una hora y media o dos horas explico la fuerza mental y cómo beneficiarse de ese don. Enseño el uso de las pirámides y los imanes, de acuerdo a una interpretación científica”.
La empatía del motivador y la concurrencia es total. De contadas expresiones de aceptación, el ambiente se ha plagado de simpatía. Poco a poco, la diversidad desembocó en un monstruo de varias cabezas.
“Yo no tengo estudios formales pero he leído muchos libros. Veo el canal 11, el 22 y el 40 de televisión, pues busco programas que me abran la mente. Es triste que la gente prefiera las pendejadas. Al mexicano le gusta el puro despapaye por eso es pisoteado donde quiera. El extranjero tiene porque le chinga”.
El silencio al regaño es elocuente. No obstante, ¿cuál es el camino de la virtud en circunstancias de despidos injustificados y desempleo estructural?. Viejos y jóvenes piden una oportunidad, un chancecito de mostrarse dignos. Los madrazos económicos del panismo encumbrado arrecian.
Los gastos del espectáculo son variados, que las pilas del amplificador y la consola de audio, que las pirámides de resina con imán incrustado, que el bálsamo, que el imprevisto, total que se saca para medio vivir.
“Esos embusteros que salen en la tele son millonarios. No hay adivinos en la faz de la tierra. Piensen ¿ustedes dirían el resultado de la lotería, si lo supieran? Ni madres”.
Después de haber colocado en cuadro unas monedas dadas por el público enmarcando una estampa de la Santísima Muerte y haber dicho una invocación. El tehuano elige a una decena de asistentes y les regala una pequeña pirámide de colores mojadas en bálsamo, pidiendo que se mantengan dentro del puño izquierdo.
“La gente ayuda a que mi labor siga. El regalo es un detalle para motivar y aunque no tenga dinero, se lo dejo. Sería muy feo decir que ayudo y anduviera quitándolo”.
La petición de una ayuda monetaria es elegante, es una sugerencia con clase. El entretenedor modula la voz e involucra a propios y extraños a sostener la cruzada a favor de la excelencia personal. Las horas invertidas en conducir a la audiencia al clímax son premiadas. Monedas de diez, billetes de veinte, cincuenta y cien pesos caen en las manos del maestro.
“Mi recompensa es la bendición del respetable. Siembro amor para recoger amor. No tengo dinero pero el pan que comparto con mis hijos me sabe a gloria. Los frijoles me saben a carne”.
La noche cayó de golpe. El siguiente acto ingresa a escena. En la banca de piedra que circunda la fuente de Poseidón, unos afortunados reciben ayuda personalizada del Tehuano y una chica versada en el asunto.
“La televisión habla de lo que no conoce. Me gustaría que un representante de cualquier televisora estuviera las 24 horas con uno. Que constatara cómo se hace la calle y no divulgue mentiras. No necesito paleros, eso dígaselo a los que timan. Yo no siento pena; la pena es el primer factor para que le vaya mal al ser humano. Además de esto, soy el payaso “Tico Tico”. He sido mil cosas”,
En las sombras, cada quien estima la experiencia. Unos creerán en las palabras escuchadas. Otras las calificarán de engaño. Algunos olvidarán pronto y los pocos regresarán el próximo fin de semana.
El balance objetivo dicta el hecho concluyente: al margen del carisma, la ropa y el lenguaje corporal, Jorge Rodríguez, “El tehuano”, a su manera es el ejemplo viviente de esta psicoterapia callejera: la voluntad domina.
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