POR: El Dodo Sabio
Para el Dodo Subversivo y su Tomás
Desde tiempos inmemoriales, el Consejo Dodo -que está constituido por un grupo selecto de eminentes representantes de la especie- cada vez que lo considera necesario elige entre la parvada a algunos que habrán de cumplir con una especial misión: llevar la voz de los Dodos al mundo.
La selección no es un proceso fácil, requiere de una atenta valoración de las cualidades de cada uno de los plumíferos. No sólo se toman en consideración la inteligencia y decisión para cumplir con la tarea que les será encomendada, sino también otras dodovirtudes tales como el sentido del humor (no importa el color), la adicción a la esperanza (en grandes cantidades), la capacidad de adaptación (muy necesaria), la imaginación (fértil y audaz), la sensibilidad y una buena capacidad comunicativa (manejar otro lenguaje aparte de la dodolengua), entre otras.
Una vez que se ha elegido a los petacones integrantes del superequipo, se les somete, bueno no se les somete, porque ellos van bien contentos, a un entrenamiento intensivo que los dotará de las herramientas necesarias para poder adaptarse al nuevo entorno en que se desenvolverán. Materias tales como Comprensión del comportamiento humano, Costumbres y rituales, Manejo de tecnología homínida, Adaptación a la alimentación sin cocos, Medios de transporte no naturales y Técnicas para controlar la risa, forman parte del programa.
Hay una parte que resulta fundamental en este proceso educativo y tiene que ver con la formación de una mancuerna única: la constituida por un Dodo y otra criatura del mundo animal. La especie de la otra mitad es variable; hay Dodos que prefieren perros, otros optan por gatos o hurones, y hay algunos más que hermanan mejor con las aves. Pero independientemente de la elección, lo realmente importante es que la mitad no Dodo del equipo (no Dodo es un decir, porque es bien sabido que “Quien con Dodos anda, a Dodo se enseña) sabe que habrá de convertirse en ancla, vela, conciencia y en un trozo de hogar para su Dodo. Ancla para mantenerlo firme cuando haya tormenta o simplemente para recordarle que es hora de detenerse un poco; vela para impulsarlo en su viaje; conciencia para que jamás olvide lo que es; y un trozo de hogar para que nunca, nunca se sienta solo.
Una vez que el aprendizaje –o por lo menos, lo mínimo esencial- ha sido cubierto, Dodo y Dodomascota (aunque, hay quien prefiere llamarlos Dodoamigos o Dodohermanos) abandonan las cálidas playas y emprenden la marcha al destino que les ha tocado. Una vez ahí, la Dodomancuerna (o también llamada minidodofamilia) pone en práctica todo lo aprendido. A veces las cosas salen la mar de bien, otras no tanto.
Las misiones pueden llevar mucho tiempo, en ocasiones, demasiado. Y el problema es que la esperanza de vida de un Dodo es diferente a la de su Dodomascota, por lo que más de una vez un Dodo tiene que despedirse de su Dodoamigo. Es un proceso doloroso (todo Dodo que lo ha vivido podrá corroborarlo) porque desprenderse y dejar ir a lo que se ama nunca es fácil. Sin embargo, también todo Dodo sabe que la muerte es sólo una forma de regresar a casa; que aquellos que deben hacerlo antes, en realidad, se adelantan de vuelta al hogar para que, cuando lleguemos nosotros, haya alguien que nos reciba amorosamente y nos diga ¡Qué bueno es volver a verte!, y con ello sepamos que el amor –por lo menos el amor Dodo- sí puede durar para siempre.
1 comentario:
Muy lindo... y muy sabio.
Gracias.
Atte.
El Dodo Subversivo
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