miércoles, 28 de octubre de 2009

MALA LECHE: Y AHORA ...¡COLOSIO!

A quince años del asesinato del candidato a la presidencia de la República por el Partido Revolucionario Institucional, Luis Donaldo Colosio Murrieta, el sueño de un México justo, responsable y democrático permanece inconcluso, pero por esto del crujir del Sistema Político, regresa al morbo y a la distracción pública la tesis del complot de Estado y de varios Mario Aburto, obedeciendo una improbable decisión de muy alto nivel.

Las balas que segaron la vida del político sonorense en Lomas Taurinas, Baja California Norte, adelantaron siete años el fin de siglo.

En efecto, después del levantamiento indígena en Chiapas y el comienzo de la “primera revolución posmoderna” en Latinoamérica protagonizada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y su héroe mediático el subcomandante Marcos, los mexicanos pensábamos que poco quedaba para asombrarnos.

Sin embargo, el 23 de marzo de l994, el fantasma de la violencia que diera forma al movimiento popular de 1910 cobró sus fueros. Allende de las teorías de la conspiración o los motivos reales del supuesto asesino solitario, el cadáver de Luis Donaldo Colosio era la prueba irrefutable que en el país corrían vientos trágicos y un presidente que era atrapado en el derrumbe de su fortaleza.

Los meses y años siguientes pudimos asistir a la exhibición de nuestros peores vicios y no menos espantosos errores. La crisis económica que heredó el gobierno siguiente, las pésimas negociaciones de “paz” con los zapatistas y las inexplicables soluciones de la ley en cuanto al deslindamiento de responsabilidades del caso Colosio fueron suficientes en el desencanto finisecular para responder “al cambio” de una alternancia imposible en el poder público.

Fieles a la devoción del oprimido, y respondiendo a la exhibición televisiva morbosa de las imágenes del “martirio” del hombre que hablaba de un futuro digno que integrara a todos los sectores sociales de la Nación, los mexicanos le dimos al ilustre asesinado el enorme respeto de la duda, del “si” inexistente en la Historia.

No es que el candidato priísta hubiera sido distinto a los político tricolores que conocemos, simplemente el destino, a fin de mantener el tono de la reverencia, le marcó como símbolo de la transformación que invariablemente está tan cerca y tan lejos de las aspiraciones ciudadanas.

El asesinato nos devolvió al fango del que nos creíamos a salvo; puso el toque de continuidad al derramamiento de sangre como factor de cambio. En esta ocasión no fue la muerte de un millón de personas, una bastó en el aniquilamiento de la “dictablanda” perfecta.

La conciencia del miedo a la vulnerabilidad fue el argumento de la reacción política del electorado. En este país nadie tiene la vida asegurada.

Una década y media nos separa de aquel día y, no obstante, ciertas similitudes permanecen:

Los indígenas esperan el reconocimiento oficial y, en especial, la solución de la demanda urgente del respeto a la individualidad y la diferencia cultural que representan.

El zapatismo dejo de ser una moda y aunque mantiene el control de alguna región inaccesible de la selva chiapaneca, no ha logrado dar el salto confiable a un organismo político que enarbole la bandera del indigenismo, aunque sea beneficiario de operaciones turbias en las zona a su control.

Escéptica, la opinión pública nacional reconoce a Mario Aburto como el asesino de Luis Donaldo a pesar de las múltiples evidencias que tornan imposible la tesis de un sólo homicida. Mas eso no basta y el ex delegado del Centro de Investigación y Seguridad Nacional, Ramón Rodríguez Zentella, en medio de la puja por el vacío de poder de Felipe Calderón, clama tener evidencias (como los documentos educativos) de que Mario Aburto puede ser otra persona. Es indispensable mover el ojo avizor del foco de la turbulencia.

Los llamados al esclarecimiento del crimen son recurrentes y en una triste proporción temporal caen en la costumbre, en elementos lúgubres de una época ida.

Luis Donaldo Colosio, al fin ícono trágico, es patrimonio de las ideologías irreconciliables:

El PRI lo reclama y lo coloca en el monumento de las celebridades incómodas pero útiles. No recuerda el triste apoyo otorgado a la campaña y mucho menos los dimes y diretes de la cúpula partidista, el presidente Salinas y los secretarios de Estado. El recuerdo no obliga y le hace verse bien.

El arribismo panista carece de vergüenza al apropiarse de la lucha colosista en contra de los intereses oscuros en los asuntos públicos y la pone a tono con la risible improbable herencia libertaria de la que se dice poseedor. Otra vez la forma controla el contenido.

La descolorida izquierda mexicana asume una propiedad “progresista” y clama por la anticipación de Luis Donaldo a la defensa del interés colectivo, alegando las “coincidencias” en el ideario y las estrategias del poder.

El resto de las agrupaciones son igual de cínicas. TODOS son Colosio y TODOS murieron en Lomas Taurinas.

Y el pueblo desmemoriado se ocupa de lo “actual”, de las grandes hazañas deportivas, las comedias del espectáculo, la farsa política, del ocio sedante.

Tres administraciones después y miles de cuartillas concebidas al respecto, el México de Colosio es una ingenuidad. Las ventajosas cifras macroeconómicas desmerecen en las frágiles condiciones de vida de los habitantes de nuestro territorio. La corrupción y la sinrazón de los funcionarios públicos permanecen y se fomentan. Quien sea puede aspirar a la Presidencia aclarando el espíritu egoísta e intolerante que desee. La cacareada democracia es ridícula, nunca alcanzaremos la plenitud cívica de actuar en virtud de nuestras obligaciones y no únicamente de nuestros derechos. Una democracia genuina demanda ciudadanos de tiempo completo y no paletos de cortas miras, mayúscula ignorancia y pésimo acomodo.

No será con ceremonias luctuosas huecas que honremos a los cientos de hombres y mujeres sacrificados en los cimientos políticos, económicos, sociales y culturales del país. Es con el esfuerzo cotidiano que construiremos, al margen de la fantasía burocrática vigente, el México que nos corresponde, y que cada marzo desde 94 se torna más y más lejano.

La gran lección colosista fue advertirnos que para derribar a los canallas es fundamental estar dispuesto a ofrendar la vida por la ellos.

No hay comentarios: