miércoles, 19 de agosto de 2009

A TÍTULO PERSONAL: LA TRAGEDIA DE NO SABER

Por: RAÚL GÓMEZ MIGUEL

Las evidencias de la descomposición institucional del país son abrumadoras. En lo político, la grilla se lleva de calle a la auténtica representación popular y somete a mafias el interés colectivo sin escrúpulos o medias tintas. Lo económico vive horas oscuras precisamente por el derroche y la falta de visión ante la corrupción y el dispendio de los funcionarios, dispuestos a volverse multimillonarios, robándole al pueblo sin piedad. Lo social está crujiendo gracias a la tensión comprometida por las elites de aventar hacia abajo los problemas y el costo de la opulencia. Lo ideológico no tiene remedio por considerarse una inversión absurda y un botín de vivales habituados a subsistir del cuento y las jaladas.

Los llamados a la prudencia y a la planeación estratégica han sido rebasados. Con un presidente metido en una guerra perdida contra el crimen organizado; con un partido en el poder totalmente intoxicado de espejismos; con dependencias obedientes a los caprichos del cielo y el contetillo; con una justicia grillera empalmada a la directriz de los bandos; con una oposición agobiada en sus problemas o planeado sacar ventajas mezquinas de su valía; con unos medios de control social seudo informativos apegados a la línea del supremo; con una apatía juvenil nacida del escaso ejemplo combativo de los adultos; y con cientos de actores y escenarios por el mismo rumbo, el futuro es un cataclismo.

Uno de los factores propiciatorios de la pérdida del Partido Revolucionario Institucional de la Presidencia de la República fue el agotamiento del sistema sustentado a lo largo de décadas de dominio. La transición democrática de Acción Nacional tuvo menos vida por la inexperiencia de los líderes y la implantación de una caricatura del sistema operativo anterior causante directo del fraccionamiento de la unidad estatal. Aun la herencia de las administraciones del Partido de la Revolución Democrática, no es ajena a las ancestrales conductas delictivas disfrazadas de patriotismo. El Poder en México es una manera de lícita de enriquecerse ilícitamente. El grillo no triunfa para el progreso y el perfeccionamiento de la Patria; gana para saquearla.

La descomposición nacional es percibida por el mundo y las naciones “amigas” están marcando distancias a pleno sol. La vuelta dada por Estados Unidos y Canadá a las peticiones mexicanas, en las condiciones apuntaladas, señala el paulatino desvanecimiento de las prioridades internacionales hacia el país. México está en riesgo de ser cercado por la inseguridad para las inversiones, los negocios o el liderazgo diplomático. Lejos de subir lugares en las listas de decisión, la Federación cae a los peldaños inferiores sin escuchar consejo alguno.

Estamos pasando por la temporada de la bruja y los responsables directos defienden la burbuja de la ilusión con los dientes. En una extraña negación de la conciencia, la burocracia hace planes para un futuro recto sin altibajos. Se prepara para la continuidad en una réplica siniestra del ensueño porfirista destripado en el estallido social hace cien años.

La vida es bella por definición, pero en el contexto nacional está siendo una pesadilla de privaciones, persecuciones e impunidad devastadoras. El ciudadano, plenamente sensibilizado, admite sobrevivir a punta de individualismo. No tiene otra. La confianza en los discursos y las decisiones de las autoridades obran en su perjuicio. La negatividad a proseguir jugando en la ficción del desarrollo va en ascenso. No vaya siendo y un día, las supuestas dirigencias acaben solas.

Y cerrando la estampa dantesca, el ejército está en las calles y es partidario del orden; un orden peculiar en el concepto civil, sin embargo, orden al fin.

No es con cortes como el sistema se recupera. Este sistema, al menos, urge ser sustituido totalmente, el problema es quién soltará el primer disparo.

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