Todos los Dodos, de a pie y de automóvil, levantamos la más grande de nuestras plumas de nuestras alas y emitimos una estruendosa trompetilla en contra de esos trabajadores asalariados del volante y al servicio del público, quienes niegan un viaje a seres humanos acompañados de sus mascotas, estén sanas o enfermas, con el argumento idiota de enmugrar sus unidades.
Esta conducta es impropia de cualquier ser vivo pensante, pues, lejos de concederle a los animales una condición de respeto los relega a un inmerecido repudio. Hemos vivido casos de emergencia donde es urgente llevar a nuestros amigos preferidos a la atención de un veterinario o al ingreso apresurado de un hospital de urgencias. Con el alma en un hilo por el vínculo de amor entre sus protectores y el animalito, se debe sufrir también la desesperación de un rechazo, un arrancón o un seguimiento veloz de los taxistas, quienes al observar la apuración del animal ni se dignan a escuchar una petición e incluso un cargo extra a la tarifa.
Esos “seres” del volante ignoran la deuda impagable adquirida con la fauna de la Tierra para sobrevivir como especie, olvidan los aportes de los animales en la construcción de la civilización y en la percepción humanitaria de la inteligencia, de la cual los choferes hacen ostentación de haberla perdido desde el útero materno.
Por ende, de ser ciertas las creencias de varias culturas ancestrales, al ignorar el dolor de un animal o ser responsable directo de su muerte, los taxistas no alcanzarán la eternidad, pues no habrá un animal noble capaz de cruzarles la frontera de la vida y la muerte, condenándose al limbo.
El trato dado a los animales es un reflejo exacto del grado de humanidad alcanzado por la sociedad. Así como existen estas aberraciones motorizadas, también hay taxistas amigos, solidarios y de corazón puro dispuestos a ayudar en los trances difíciles mencionados. Para ellos los Dodos rogamos al Gran Dodo Universal una bendición y un aleteo mágico.
Lo mismo va para la gentuza aprovechada y tracalera metida en la filantropía de animales con el único propósito de la enriquecimiento personal y de dar al traste la oportunidad de darle mejores condiciones de vida a estas criaturas inocentes.
El Último de los Dodos
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