martes, 11 de agosto de 2009

MALA LECHE: 3G

Quetzalcóatl, el negro, y Quetzalcóatl, el blanco, descendieron de los cielos en tierras de “La Perla de Occidente” para llamarle la atención al Huey Tlatoani por la serie de peticiones y declaraciones incómodas dichas a diestra y siniestra sin entender los motivos divinos involucrados.

Quetzalcóatl, el blanco,
fue directo al punto de las visas para ingresar a la porción del Tlalocan correspondiente y, a pesar de las súplicas del Tlatoani dijo no a retirar el proyecto, aduciendo la voracidad de los emplumados para convertir ese espacio en una representación de la Gran Tenochtitlan, perjudicando la virginidad característica del paraíso. A cambio, la divinidad accedió a facilitar el entrenamiento de guerreros para meter en cintura a los rijosos del imperio y reducir la presión de los mandatos de Palacio; es preferible enseñar a soltar macanazos y no aguantar las costumbres exóticas de los mortales aferrados a saltarse las bardas y asentarse en los subterráneos restringidos.

Quetzalcóatl, el negro, después de recorrer el planeta y reconocer la popularidad circundante, rechazó la petición de un acuerdo migratorio con los mexicas y se hizo rosca en cuanto a los millones de semilla de cacao ofrecidas para controlar a las huestes bárbaras traficantes de sustancias ilegales a la región, notando la excesiva dosis de arbitrariedades bélicas cometidas en contra de la población servil. Sin perder la sonrisa y la compostura de suprema divinidad ofreció un curso en corto al Tlatoani y le advirtió el incremento de los seguidores de Huitzilopochtli en la puja por el trono imperial.

El Pejelote, un cacique estrafalario y ensombrecido por el poder, hizo llegar un códice de peticiones a los dioses sin acuse de recibo y, por ende, confundido en los regalos del pueblo agradecido a tan distinguidos visitantes.

Cumpliendo el rigor de las visitas de altísimo nivel, las deidades trajeron a un grupo selecto de su corte personal a modo de entablar diálogos rutinarios con sus pares autóctonos y prometer sin comprometerse a mucho, encerrando en un círculo la creencia del peso mexica en los asuntos del cosmos.

A pura plática, el encuentro de los “3G”, en honor a unos músicos virtuosos del orbe, terminará en despedidas fraternas, una factura abultada de gastos y el deseo nunca cumplido por el Huey Tlatoani de gobernar un imperio inolvidable.

Los tlacuilos completaron la memoria del encuentro y esperan una noticia de último momento para justificar el traslado y las incomodidades del viaje.

Advertidos de un escenario estéril, los responsables del chisme, lanzaron un buscapié susurrando la detención de un supuesto bárbaro dedicado a preparar un atentado contra la persona del Emperador; una anotación de alerta a los casi dormidos testigos de la reunión.

En los corredores y sin etiquetas diplomáticas, los cortesanos comentaron el próximo juego de pelota entre los equipos de Quetzalcóatl, el negro, y el mexica, en el campo sagrado de Meshico, donde se pretende salvar el orgullo mortal.

Huitzilopochtli
, en el exilio, sólo tomó notas y marcó a gusto y disgusto de los presentes, el cerco eficaz a este gobierno medio babas y espera verle pronto las caras, en otras circunstancias, a sus iguales, después de haberle alborotado el gallinero y tirarle a sus Tlatoanis.

Reportó: EL DODO MEXICA

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