La Historia y la Historiografía son conceptos diferentes y se usan de manera específica. Por ende, es pertinente aclarar nuestra referencia a la Historiografía y no a la Historia como han generalizado los medios de desinformación sobre el asunto de los libros gratuitos de la materia en el nivel educativo básico.
La Historia como un análisis del pasado evidentemente no es la Historia Oficial de los gobiernos y difundida por los ministros responsables. La Historiografía tampoco es por la selección amañada de las fuentes documentales integradas a la Historia Oficial.
Por ende, la Historia Oficial no es la Historia de México, quizás una parte, como tampoco la historiografía oficial por su negativa a revelar la documentación total de sus archivos.
En palabras simples, la mal llamada Historia de México, fomentada por la autoridad, es una versión subjetiva y dirigida a metas claras de dominio ideológico.
Por ejemplo, puede incluir el movimiento de 1968 o las matanzas de Aguas Blancas y de Acteal, pero en una peculiar parte de hechos y unos comentarios hábiles para deslindarse de compromisos y no meter en problemas a los responsables supervivientes.
La Historia de México, aceptada por la Secretaría de Educación Pública, es compendió ridículo de un proceso complejo y difícil de resolver en asignaturas de meses. Por ello, rasgarse las vestiduras por la omisión de etapas de nuestra evolución como pueblo hasta cierto punto es alborotarse por nada. Los autores de esos textos van a poner lo políticamente correcto y san se acabó.
En otra etapa de formación intelectual, el estudiante, a veces guiado por sus profesores, a veces por la libre recuperará la Historia y la Historiografía reales de México sin menoscabo de los cuentos y las pamplinas repetidas a coro en las aulas de primaria.
Aun en las Universidades y las especialidades de Postgrado es difícil ofrecer una visión histórica única y, mucho menos, una historiografía completa de los hechos. El debate disciplinario e interdisciplinario es parte del mismo proceso Histórico.
En suma, debatir las decisiones del gobierno por mutilar su Historia es perdida de tiempo y una excelente distracción como la fragilidad de la enseñanza de la ciencia o los principios elementales de la redacción del Español.
El gobierno puede reinventar la Historia y acaparar documentos pero eso no quita la responsabilidad ciudadana de construir su propia interpretación del pasado y de los acontecimientos; esto no quita que los grandes centros educativos de enseñanza superior no den la pelea difundiendo el otro conocimiento, el políticamente incorrecto para auspiciar la generación de un juicio personal y colectivo.
Al gobierno actual no le interesa educar, le mueve el poder y la manera de conservarlo. No existe contradicción. Las promesas no empobrecen y desde la toma del mando, las decisiones fueron en una directriz: acomodar la realidad a modo. Simple.
Lo maravilloso de la Historia es su adaptabilidad a cruzar conspiraciones sin mancharse. A la larga, el mejor de los secretos se conoce, sólo es cuestión de tiempo, paciencia y cambio en los vientos de lo establecido.
La Historia siempre termina poniendo a cada uno de nosotros en nuestro lugar y no hay forma de evitarlo.
Unas páginas menos hoy en un libro de texto es un buen principio de condena a la ineficacia de una administración.
Y creánlo, con el tiempo TODOS NOS DAREMOS CUENTA QUE FUIMOS ENGAÑADOS.
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