Por: RAÚL GÓMEZ MIGUEL
En las cuerdas el Secretario de Hacienda, Agustín Carstens, anunció una posible recesión económica sin precedentes en los últimos treinta años como resultado de la caída de la producción y los precios internacionales de petróleo.
El augurio para 2010 no es alentador con un descenso de 4.9% en la productividad del energético y su equivalencia en millones de dólares. Considerando el 40% aportado por el energético al presupuesto federal, con un precio promedio de 70 dólares barril, una cotización de 53 dólares representa una contracción de recursos imposible de estimular en la recuperación financiera del país.
Con esos números el faltante programado para 2010 será de 780 mil millones de pesos, una cuarta parte de lo pactado a gastar en este año por el Gobierno Federal. En esa circunstancia, es indispensable la reducción de gastos y programas públicos sin afectar los destinados a paliar la pobreza. Esto sin contar la perdida de 480 mil millones de pesos, 4% del producto interno bruto, ocasionada por las fluctuaciones de los mercados mundiales, y de seguir la tendencia la cifra subiría a 300 mil millones en 2010 el déficit presupuestario calculado.
El funcionario planea un paquete económico sin alteración drástica de las finanzas públicas y suavizar el descenso de 800 mil barriles de petróleo diarios. No obstante, será necesario impulsar nuevos impuestos e incrementar los ya existentes.
Conociendo la precisión del señor Carstens, la magnitud de la crisis es por lo menos tres veces más de lo aceptado y echa por tierra las declaraciones optimistas del Presidente y mueve a una crítica del manejo del dinero federal en los problemas seleccionados como prioritarios a la Nación y de los cuales, los resultados no cubren inversión ni ganancia.
Advertidos de los extraños designios de la tributación, otra vez, la piedra del sacrificio caerá en las personas físicas, las pequeñas empresas y las entidades débiles a plantarle ante la inclinación arbitraria de Hacienda por sus eternos protegidos: las intocables empresas trasnacionales y los monolíticos corporativos nacionales, agregando una larga lista de notables imposibilitados por prebendas a pagar un solo centavo de impuestos.
Si los más y los menos favorecidos son exentos de obligaciones fiscales entonces es la medianía la pagana del Vía crucis anunciado, valiendo garantía de empleo o supervivencia. La mermada clase media pagará los platos rotos y además lo vendrá haciendo a cuenta gotas, precisamente, por la desaceleración del consumo y las variables correspondientes.
En este contexto, el revés económico trascenderá a la movilización social y política, descargando la presión de una ciudadanía desamparada por el simple acto de ganarse la vida honrada y legalmente. Ningún hombre o ninguna mujer en activo estará de acuerdo en trabajar para representantes inútiles y multitudes hambrientas, generadas por las malas determinaciones públicas.
De cada diez compatriotas a cuántos nos toca mantener y cuál es la recompensa tangible de hacerlo. ¿El cielo? ¿Un diploma? ¿Una estrella?
Desde la más remota memoria se nos ha pedido apretarnos el cinturón, apoyar, ser solidarios y un caudal de mensajes emotivos, lo cierto es el empequeñecimiento de nuestro patrimonio y de las posibilidades de dar y heredar a los hijos mejores condiciones de existencia a la propia, y luego las cúpulas se asombran de la decepción.
Sólo a la gente honrada le va mal.
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