Señor Presidente Felipe Calderón, no se vive de hablar y escribir mal de su gobierno ni es consuelo comparar peores realidades a la nuestra; se trata de llamar su atención a hechos propiciados por su negligencia y su falta de sentido común, y cuyo saldo han sido muertos, heridos y derechos humanos violentados, sin incluir, la corrupción solapada de su administración al hacer oídos sordos del reclamo ciudadano de pedir la renuncia de los funcionarios ineptos, cuya designación corrió a su cargo y proteger a los parientes incómodos del ex presidente Vicente Fox y su esposa Marta Sahagún.
No, Señor Presidente, no encontramos un placer enfermizo en describir el horror de su sexenio, simplemente deseamos un retorno a los cauces mínimos de la convivencia civilizada y el respeto a la libertad de tener una vida propia y no dependiente del capricho de un individuo investido legalmente para hacerle la vida miserable a inocentes invocando principios colectivos aplastados.
El peor ciego es quien se niega a observar el desastre producido con su aprobación y así pasará a la Historia. No hablamos ni escribimos mal de usted y sus acciones, sólo apuntamos lo realizado. No culpe al pueblo de la incapacidad personal. Eso, señor Presidente, es su maldita responsabilidad, como la fila de deudos, dejada a su paso.
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