POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL
El amor y el sexo, al igual que todas las experiencias de la vida, requieren de no sólo de crecimiento sino de madurez por parte del ser humano. No basta con experimentar, es indispensable comprender los estímulos a los que está expuesto. Por ende, a pesar de se tenga una vida sexual activa desde una edad temprana, esto no basta para poseer una sexualidad plena en todos los niveles indispensables.
En México, la carencia de una lista interminable de recursos materiales y espirituales permite que niños y adolescentes consuman sus días al extremo, cayendo en situaciones imposibles de manejar que los conduce a perdidas que no deberían tener.
En el país existen más de 19 mil niños y adolescentes, entre 12 y 17 años, divorciados o separados, informó la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) con datos obtenidos mediante Censo de Población y Vivienda 2010 del INEGI.
¡Sí! niños entre 12 y 17 años, que por las razones que guste están yendo demasiado rápido, afectando su crecimiento, el de otros y trayendo nuevos seres humanos al mundo.
La información revela que en el Estado de México se presenta el mayor número de adolescentes y niños divorciados al concentrar 12.4 por ciento del total de la población de menores de edad separados en el país.
Otros estados con altos índices de divorcios juveniles son: Veracruz, con 7.5 por ciento; Chiapas, con 7.3 por ciento y Puebla, con 6.1 por ciento. Las entidades que tienen los índices más bajos de casos son Baja California Sur, Colima y Tlaxcala.
De acuerdo con estimaciones de la REDIM, en nuestro país uno de cada 20 adolescentes tiene una responsabilidad conyugal. Mientras que otros mil 940 menores de edad han enviudado.
México alojaba en 2010 a más de 434 mil niños y adolescentes casados o en unión libre. De ellos, más de 32 mil tenían entre 12 y 14 años, mientras que alrededor de 402 mil fluctuaban en edades de 15 a 17 años.
Aunque para el director ejecutivo de la REDIM, Juan Martín Pérez García, las altas cifras de matrimonio, divorcio y viudez infantil en México se deban a la falta de iniciativas de ley que favorezcan los derechos de la infancia, la verdad es la irresponsabilidad social y la ignorancia individual que mete a los menores de edad en una precocidad sexual sin preocuparse por las responsabilidades que conlleva su ejercicio.
Como es sabido, la ley en México permite el matrimonio con el permiso de los padres, en las mujeres, desde los 14 años, y en varones, a los 16. Sin embargo, por usos y costumbres, ocurren uniones entre los 12 y 14 años.
El índice más elevado en matrimonios, divorcios y viudez infantil se encuentra en el Estado de México, pues más de 48 mil niños y adolescentes que residen en esta entidad declararon que están casados o viven actualmente en unión libre.
La “distinción” no es fortuita. El Estado de México es un punto de encuentro migratorio de diferentes partes del país y, aunque por su cercanía al Distrito Federal atraiga capitales, marca fuertes indicadores de pobreza que facilitan el ingreso brutal de menores a la cara dura de la existencia.
En el retorcimiento de la miseria, los matrimonios precoces incrementan la posibilidad que una niña o adolescente se case con su violador, ya que los padres no se dan cuenta y la víctima no denuncia porque cree que es algo “normal” en la unión conyugal.
La aceptación de los padres a las uniones entre menores descansa en la presión del qué dirán y/o el encubrimiento de abusos sexuales, jamás en la contribución de lograr la felicidad de los contrayentes.
En Oaxaca, Guerrero y Chiapas, algunas comunidades aceptan la venta o intercambio de niñas a hombres de 30, 40 o 50 años, sin que se considere una actividad ilícita.
Una conjunción adversa de índices de bienestar facilita relaciones sexuales tempranas y acarrea resultados desastrosos.
La mayoría de los menores que crecen solos y sin la atención de la familia tienden a casarse jóvenes, pues buscan ser escuchados, y al no encontrarlo en su núcleo familiar se refugia en una pareja, sin medir consecuencias.
Obviamente, a pesar que la toma de decisiones (acertadas o no) son acciones particulares, la familia de estos menores es responsable directa de no ofrecerles una alternativa para que no quiebren su futuro en situaciones para las que simplemente no están aptos.
Ignorar el problema de las parejas menores de edad no resuelve nada y sí sube el impacto negativo que una crisis que pronto tendremos que resolver.
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