viernes, 21 de enero de 2011

A TÍTULO PERSONAL: EL CHICO VASELINA

POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL

Me da una inmensa “hueva” el star system Mexicano. ¿Razones? Muchas. Por eso al saberse de la supuesta violación de una menor a cuerpo de Kalimba, una entidad nefasta promedio de la farándula emplumada, puse cara de escepticismo y seguí con mis asuntos.

Rebote a rebote, capté el montaje del escándalo y los deplorables papeles de los “informadores”, estilo Loret de Mola, que devinieron un inquisidores mayores de un pobre muñeco plástico y las escuinclas que lo admiran.

Me preocupó que en sí el delito de la violación quedara en último término y que la opinión inducida estableciera que el “hueso” estaba en la “recreación” del abuso. De esta manera, en unos días, se ha pasado del índice de fuego a la absolución de un globo patético.

Las versiones de los implicados simplemente bordean el límite de la credibilidad y la exposición al escrutinio popular revela que las masas se equivocan.

Kalimba, al igual que el resto de sus compañeros del recién re-unido OV7, es un ejemplo de lo que significa un “notorious has been”. La “carrera” en solitario no levanta y el “pagote” tiene que caer en pretensiones de “pincha discos” para hacerse de unos centavos y mitigar la ausencia de fama. Es el rostro de lo efímero, el reciclado y la negación de la marioneta.

Si hay o no delito que perseguir al morbo popular le viene “guango”. El respetable desea asomarse a los excesos del pop. Las viejas creencias de la “inmoralidad” del ambiente vuelven a levantarse. Idolitos y monstruos.

Sin perder piso, al margen de las “evidencias”, la víctima y el victimario todavía sostienen una serie de dudas que bien valdría el empate técnico. Una “niña” sola en el dormitorio de un “hombre” a las tres de la mañana, no es precisamente un buen punto de inicio para una acusación grave. En especial, conociendo la “inocencia” de las nuevas generaciones y la tergiversación de las causas jurídicas en cuanto al acoso y la agresión sexuales.

Mi postura es muy simple. Si efectivamente se desea el cumplimiento de la ley, es necesario despojarse de los distractores y regresar el caso al fuero correspondiente. En el jaleo mediático, la exposición de Kalimba y la “agredida” es un remedo de los culebrones sensacionalistas de las televisoras, en vez de una cabal demostración de un ilícito.

Ni los medios ni el mazacote poseen las facultades para crucificar a nadie, a menos eso reza la normatividad jurídica. Por ende, sentenciar al seudo “cantante” y enaltecer la “virtud” de una chica resume un “reality show” de escaso entendimiento.

Los sondeos estadísticos contraen el hecho a un ejercicio de afición. Sí o no. Pasemos al siguiente horror.

Por eso, el ultraje encendido a costillas de la popularidad, me parece una soberana perdida de tiempo. De todos modos, tarde o temprano, culpable o no, Kalimba retornará a la oscuridad de donde nunca debió haber salido.

La “menor” crecerá y, probablemente, asumirá la perdida de la intimidad y tendrá que acostumbrarse a la brutalidad social, que cree tener derecho a escudriñar, por haber expuesto un “notición”.

Y lo que verdaderamente es fundamental: la condición de vulnerabilidad de las mujeres, se diluirá en el típico “el hombre llega hasta...bla, bla, bla”.

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