POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL
En el surrealismo primitivo asentado en el país, desprendemos una bella página de optimismo burocrático y verborrea panfletera.
Por decreto, Felipe Calderón aseguró, en el marco del festejo del Día de la Enfermera, "En el año 2000, por ejemplo, sólo 40 y pico, 45 millones de mexicanos estaban afiliados a algún esquema de salud. Hoy ya son más de 93 millones los mexicanos que tienen acceso a algún sistema de salud, sea a través del Seguro Social, del ISSSTE, del ISSFAM o del Seguro Popular; es decir, en 10 años hemos logrado duplicar todo lo que se hizo en el siglo XX".
Intoxicado de optimismo documental, Calderón previó, la expansión de la cobertura médica a la totalidad de la población e, incluso, ventiló la posibilidad de ofrecer un servicio más transparente, eficiente y de mejor calidad.
Desgraciadamente, una cosa es la euforia presidencial y otra, la decepción de la gente al comprobar que sí, por seguros no paramos, sin embargo, la infraestructura real de su operación es mínima. En los hechos, la ejecución de los recursos, la atención a los pacientes y la construcción de la infraestructura médica no depende directamente del Seguro Popular, sino de las autoridades estatales, que reciben recursos federales.
De vivir en Chiapas, Oaxaca o Guerrero los servicios sanitarios derivados son operados acorde a las limitaciones de infraestructura y personal de esos estados. En cambio, si se habita en regiones con mejores condiciones económicas (Nuevo León, Jalisco, Distrito Federal), la atención será mejor, lo que contribuye a una desigual aplicación de los servicios médicos a lo largo del país.
"Y no sólo es la cobertura, que ya casi estamos por llegar a cubrir a todos los mexicanos, que es una meta que se han propuesto todos los países del mundo y que muy pocos han alcanzado, no sólo países en desarrollo como México, incluso países ricos, países avanzados. El propio Estados Unidos, por ejemplo, no ha logrado la cobertura universal Hoy México está a punto de lograr esa cobertura. E, insisto, no es sólo un tema de cantidad, también ha sido un tema de calidad,
Estamos haciendo historia en materia de salud. Y atrás de ese éxito, porque lo es, es un logro, es un éxito, son ustedes los que están. Ustedes están escribiendo una proeza que sé que quedará registrada como un legado en México de esta transformación que se está viviendo en materia del Sistema Nacional de Salud".
No dudamos del espíritu altruista y la vocación de servicio de los profesionistas de la salud, pero, pensemos en los prestadores de servicio social o los médicos suicidas que en regiones apartadas de la civilización, ahuyentan las enfermedades casi a mentadas, debido a la carencia de medicinas e instalaciones.
Considerando que comparado con otras naciones semejantes, México invierte poco en Salud Pública, no viene a cuento eso de "si sumamos las 35 mil plazas nuevas que se han creado, más las 22 mil plazas de enfermera que hemos regularizado, hablamos de que hemos beneficiado a un total de 57 mil enfermeras y enfermeros en México, sea con una nueva plaza o con la regularización de la que ya tenían; 57 mil nuevos puestos formales".
La presunción del presidente no sorprende. En un estilo exagerado de presumir hasta las sombras, podría volver constitucional la afiliación de los ciudadanos al nacer al Seguro Público, no obstante, la problemática sería la misma. ¿Cuál es la utilidad de inaugurar hospitales en condiciones de escenografía? ¿Qué utilidad brinda llenarse la boca de números, si el sector en pleno es un nudo de corrupción y malos entendidos? ¿Cómo justificar que mueran connacionales por males erradicados en otras partes del orbe?
En esa percepción, lo mejor que podemos hacer por la salud, es brindar en su nombre. Nada más, porque no alcanza.
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