POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL
La fe es el ejercicio de la creencia a ciegas y, por consiguiente, no demanda mayores requisitos que la aceptación absoluta, por incongruente que resulte.
La Iglesia Católica, repitiendo el esquema de auto premiarse, decidió aprobar la beatificación de Juan Pablo II, el papa mediático, sin importar la rigidez del proceso seguido en casos anteriores, es decir, Benedicto XVI, respondiendo al clamor de los fieles, palomeó el ingreso a los altares de su predecesor, ganando un poco de audiencia mundial para su papado, que nada más no levanta.
La ceremonia, prevista para el 1º de mayo de 2011, ocurre seis años y un mes después de la muerte de Carol Wojtyla, el 2 de abril de 2005.
El proceso de beatificación generalmente comienza cinco años después de la muerte de la persona. Sin embargo, en el caso de Juan Pablo II fue acelerada, dada la fama de santo de Juan Pablo II, según dijo el vocero del Vaticano.
Para poder ser beatificado se requiere la constatación de al menos un milagro. En el caso de Wojtyla, el milagro alegado es la curación de una monja enferma de Parkinson, cuya causa puede atribuirse a múltiples factores, incluyendo la intervención divina.
El actual Arzobispo de Cracovia (Polonia), Cardenal Stanislaw Dziwisz, que fuera por más de 40 años secretario personal de Juan Pablo II, señaló tras conocer la noticia de la beatificación del Papa peregrino que ésta responde al clamor de muchos que pedían declararlo "¡Santo súbito!" (¡santo ya!) tras su fallecimiento en 2005.
En una nota publicada en el sitio web de la Arquidiócesis de Cracovia, el Purpurado comentó que es una especial coincidencia que la beatificación vaya a celebrarse el 1 de mayo, Domingo de la Misericordia pues "toda la vida de Juan Pablo II, en Polonia o durante su pontificado estuvo unida a este misterio".
"Tengo el gran honor en nombre de toda la Arquidiócesis de Cracovia, y creo que estoy autorizado a decir que en nombre de todos los polacos, de expresar un gran agradecimiento a Benedicto XVI por el presente decreto que confirma el milagro que se necesitaba para la beatificación".
El Cardenal dijo además que "para nosotros, Juan Pablo II es el patrón y protector. El Santo Padre también fue nuestro guía hacia la soberanía y la independencia de nuestro país".
Finalmente el Purpurado polaco afirmó que "hoy necesitamos un guía, porque el mundo de hoy no es fácil y en Juan Pablo II se encuentra a un guía que nos predicaba: '¡no tengáis miedo, abrid las puertas a Cristo¡”
El apunte del religioso es claro. La Iglesia vive momentos de incertidumbre, crítica y rechazo universales a causa de los escándalos y los excesos de mortalidad en los que han caído figurones de los dogmas.
Benedicto XVI, lejos de facilitar la renovación ideológica del clero, escogió refugiarse en el conservadurismo vertical trasnochado, imposible en esta era de aperturas, reconocimiento y anticipación.
En el cenit de su mandato, Juan Pablo II, en contra parte, supo manejar los medios y trabajar duro en una especie de ascenso al stardom la opinión pública del planeta. Las visitas hechas a diferentes partes del orbe, especialmente México, “vendieron” un mito de super estrella, de ídolo multitudinario o de patrono pagano que, después de muerto, lo agiganta, como Elvis, Lennon o Morrison.
Juan Pablo II elevó la celebridad a un rango de aceptación basado más en el carisma que en la labor de pastor.
Por ello, la beatificación huele a oportunidad de negocio y no a cuestión a fe; especulación que suministra a la oposición de los herederos olvidadizos de Pedro, otro argumento a favor de la mentalidad circense oculta en los muros del Vaticano.
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