POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL
La gente que nos dedicamos a la comunicación social hemos detectado, desde hace un tiempo, que en el campo de las relaciones públicas, el Gobierno Federal va de tropiezo en tropiezo, como si los millones que gastan en supuestos expertos en imagen, percepción ciudadana y otros escenarios vitales en la aceptación o negación de la empatía ciudadana, fueran tirados a la basura.
En tres años, Felipe Calderón y su corte han invertido en este campo de acercamiento con la gente, cifras indecibles sin resultados atractivos. La necesidad de incrementar el consenso popular, mediante la propaganda política, a causa del tufo a una negociación en lo oscurito de su triunfo electoral fue el argumento que desprendió una marea de mensajes mal concebidos que lograron exactamente lo contrario: opacar el escaso éxito de un mandatario chiquito, golpeado por las cúpulas grillas y dejado de la mano de un proyecto de Estado, muerto con un Secretario de Gobernación.
Necesitado de tantas ovaciones, Calderón metió a México en una guerra contra el crimen organizado que, por donde se le busque, la lleva perdiendo un día sí y el otro también, a pesar de las capturas y de los asesinatos de los grandes hombres del narcotráfico.
En esta ofensiva institucional, las relaciones públicas gubernamentales están perdidas. Contradicciones, mentiras, desinformación y una cuota personal de cinismo, desperdiciaron los altos propósitos que defiende la autoridad, reviviendo rencillas de los votantes y unificando a la opinión pública real (no, la pagada) en una visión catastrófica de las resoluciones de Calderón y la violencia, destrucción y muerte que ha dejado el improbable acorralamiento de los criminales.
En una iniciativa pobre, la Presidencia de la República cerró la problemática general de México a un solo renglón: el narco, y de ahí no se ha movido en meses. Todo es narcotráfico.
El crimen organizado, por su cuenta, desde que se percató que en las calles, las fuerzas de seguridad del gobierno federal llevan las de perder, abrió otro frente en la comunicación social, que hoy simplemente se ha instalado libremente en You Tube, en una serie de cuentas que constituyen un peculiar narcocanal que difunde un cuerpo de comunicación social en apariencia inofensivo y respetuoso de las cláusulas del espacio, pero que ofrece una versión distinta de los hechos recabados por los medios de información promedio.
Como lo reportara Juanjo, dodolector de hueso colorado, bajo la firma de “La Nueva Federación”, los videos recorren diferentes aspectos del narcotráfico generando reproducciones voluntarias y comentarios en una comunidad ávida de enterarse de lado oscuro de la noticia.
Con una producción casera, los anuncios (lo siento, eso son) triunfan en una cancha teóricamente dominada por los publirrelacionistas oficiales.
A mi juicio, detrás de la colección de videos subidos a esa magno reino de la Red, subyace una elocuente y efectiva campaña de relaciones públicas a favor del narcotráfico mejor estructurada que los abortos vivientes que lucubraron los grandes nombres ligados al gobierno.
Expuesto al material que estuvo a mi alcance, como parte profesional de la comunicación social, reconozco que las piezas encajan perfectamente en los lineamientos prácticos de una campaña de este tipo. Video a video, el receptor va haciéndose una percepción ¿propia? de los motivos del lobo y retroalimenta mensajes de solidaridad, que ya desearán los creadores de la no campaña de Calderón emular.
En mi lectura, como lo he expresado en anteriores entregas, el narcotráfico está resultando más flexible que el gobierno y está atento por donde puede generar daño, al margen del habitual intercambio de plomazos. Los delincuentes están incursionando en medios y propuestas impensables en el estereotipo dominante del matón vicioso y primitivo.
“La Nueva Federación” es una llamada de atención a la inteligencia (esperando que la haya) a los asesores calderonistas para que no se limiten a vivir del presupuesto, sino a demostrar por qué cobran lo que reciben y equilibrar la guerra mediática alterna que los cárteles de las drogas desataron.
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