POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL Y EL ÚLTIMO DE LOS DODOS
JUAR, JUAR, JUAR, JUAR Y MÁS JUAR
En una investigación dada a conocer por el periódico El Universal, los reporteros le ponen argumentos sólidos a la ciudadanía escéptica al mostrar datos duros sobre la venta de bases de datos del Gobierno Federal y de Empresas en el mercado negro del barrio bravo de Tepito. Por doce mil dólares, es decir, $ 147, 960.00 al tipo de cambio del día de ayer, cualquiera con el billete por delante se puede hacer de la información esencial de quien quiera con sabrá Dios que propósito.
Según el reporte, desde policías hasta delincuentes (no confundir, por favor) pasando por medio Cristo, la clientela desembolsa la suma sin chistar, pues, las ganancias potenciales son innumerables. La oferta, la promoción, lleve, lleve ocurre en las narizotas de los seudo centinelas de los ciudadanos en la total impunidad. Si se imaginan escenarios, doce mil dólares no es una inversión cara en vista de lo que paga un secuestro, una extorsión y demás movidas chuecas.
En voz de una fuente consultada por el diario: “Los delincuentes ya saben con quién llegar, a quién amenazar, pues cruzando datos con la lista del padrón [electoral], obtienen hasta sus domicilios y ubican a su familia, para presionarlos”.
Sin ser experto en la materia y por el simple hecho de reconocernos como mexicanos, sabemos que aquí todo es susceptible de volverse una impresionante transa.
Sin embargo, quienes trabajan en las áreas de mercadotecnia no nos dejarán mentir al afirmar que empresas privadas, como los bancos, venden bases de datos a otras sin autorización ni conocimiento de los clientes, lo que es una afrenta a la supuesta confidencialidad que presumen y a las garantías individuales marcadas por nuestra Carta Magna.
Estas transacciones chuecas permiten cruzar datos, elegir objetivos, evaluar operaciones, en fin, facilitan el trabajo a los depredadores.
Información es poder, y el poder da la facultad para generarla, venderla y comprarla. Para variar son las instituciones y las empresas el origen de estas “fugas” que les dan a sus empleados oportunidades impresionantes de hacer negocios sin importar las desgracias que precipitan.
Sabemos de antemano la respuesta del Gobierno ante este encuere mediático y jurarán por las once mil vírgenes, que sólo él conoce, que la noticia es un infundio, una invención de las lenguas viperinas y los enemigos del sistema o cháchara similar. La realidad es que el delito ocurre, sin embargo, ni siquiera cubriendo apariencias, el Congreso y la Suprema Corte Justicia han hecho para tipificar el quebranto de ley, ya que en esta materia estamos socialmente en cueros.
Después del fraude informativo que resultó el Registro Nacional de Usuarios de Telefonía Celular, la revelación de El Universal viene darle toda la razón a los consumidores renuentes a entregar o hacerle fácil el numerito a los creadores de otra lista que, después de un rato, acabará en manos de individuos siniestros que sí saben qué hacer con ella.
Como piedra de Sísifo, la violación de la intimidad ciudadana, ahora cibernética, nos friega la cara diciéndonos que deseamos ser una país del tercer milenio, cuando apenas es una aldea del siglo XII.
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