jueves, 1 de abril de 2010

EDITORIAL: LUTO

Dice el Talmud que quien salva una vida, salva al mundo. ¿Qué diría de quién o quiénes literalmente roban una vida? ¿Roban el mundo? ¿Si está vida es un niño o una niña, la pena es mayor? Son preguntas que El Último de los Dodos no se puede contestar. La anulación de la esperanza lo avasalla y le impide hablar. Su silencio es tan fuerte como las rocas en donde descansan los restos de millones de infantes que la humanidad sacrifica por las causas menos creíbles.

El asesinato de Paulette, como el de los pequeños de la Guardería ABC, sólo muestra la cantidad de tragedias que ocurren a la infancia mexicana sin que exista un castigo, si es que ocurre, capaz de reponer la oportunidad de un futuro trunco por la decisión de alguien que no merece ni el recuerdo.

Donde vayan las almas de estos inocentes, esperamos que el Creador las recompense con la dicha y la felicidad que en esta tierra no tuvieron, y que su deceso nos inspire a seguir peleando para que un día ningún menor de edad peligre por la injerencia de la barbarie que hemos alimentado por siglos.

Hoy simplemente EL ÚLTIMO DE LOS DODOS deja que sus lágrimas se unan a las de aquellos quienes han vivido la destrucción de una criatura sin Dios de por medio.

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