Terminaron las vacaciones de Semana Santa y de Pascua, millones de mexicanos regresamos a la rutina laboral y a frotarnos las manos para compensar la falta de liquidez y el exceso de bronceado.
El caso Paulette y el RENAUT ocuparon los espacios informativos al alcance y al final: ambas noticias terminaron con el habitual aquí no ha pasado nada.
Dos semanas enteras nos tuvieron al borde del asiento con dimes y diretes y en el clímax nos aventaron que bien a bien nadie sabe y nadie supo qué pasó con Paulette y el Registro Nacional de Usuarios de Telefonía Móvil.
Obviamente estos asuntos seguirán dando la vuelta, pero como distractores vacacionales dejaron mucho que desear.
Es, ahora, la ciudad de Nuevo Laredo, Tamaulipas, la que atrae la atención de la República porque desde un automóvil en movimiento presuntos sicarios lanzaron al menos un artefacto explosivo a la sede del consulado de Estados Unidos, sin víctimas que lamentar, pero daños materiales suficientes para que la Casa Blanca determinara cerrar las oficinas, tal y como sucedió el 24 de febrero, en otro atentado de iguales características en Reynosa.
La visita relámpago de Felipe Calderón a Barak Obama, en este contexto, dista de ser amigable, pues los Estados Unidos están contemplando una frontera sangrienta sin que haya resultados prácticos a tanto gasto y verborrea institucional.
Calderón pedirá y pedirá el apoyo real de Washington en su lucha contra el crimen organizado. No obstante, la percepción de esta guerra allende nuestras fronteras sólo ha propiciado el temor de los vecinos y la comprobación del debilitamiento sistemático de los equilibrios de poder.
En ese mismo tenor, la llegada y la estancia de Michelle Obama, Primera Dama de los Estados Unidos, a la ciudad de México, desató un complejo operativo de seguridad tanto de las policías mexicanas como del equipo de profesionales que acompañan a esta mujer.
Habrá que reconocer a los narcotraficantes el conocimiento de la imagen pública ya que en acciones certeras están enrareciendo las relaciones internacionales del gobierno de Calderón y están atrayendo a los medios informativos internacionales a interesarse por el funcionamiento interno del sistema penal mexicano.
La marcha de los profesores, estudiantes y familiares de la comunidad del Tecnológico de Monterrey demandando maneras inteligentes y eficaces para combatir la inseguridad ciudadana, fue otro estampa del costo social que los mandos locales y federales tendrán que pagar próximamente por los errores fatídicos que comenten las fuerzas de seguridad en el combate a las huestes de las sombras.
El retorno a lo de siempre viene cargado de presagios funestos y cielos encapotados.
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