miércoles, 4 de mayo de 2011

REFLEXIONES PERIODÍSTICAS: UNA BEATIFICACIÓN MANOSEADA

POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL

Para refrendar nuestra condición de especie, existen semejantes dotados de cualidades físicas y espirituales perfectas, sin importar elementos materiales.

Por tanto, el asunto de la “santidad” del fallecido papa Juan Pablo II no me parece especial o definitivo en el rumbo de la humanidad.

La misma existencia me ha mostrado a hombres y mujeres que podían considerarse pruebas del bienestar al prójimo, que ni siquiera pertenecen a una religión en activo.

De esto que, mi escepticismo no sufra mayor mella ante el circo ideológico y mediático montado por el Vaticano, en sus horas oscuras, a modo de dar un campanazo de credulidad en la mente de millones de católicos resentidos por la perdida de los principios básicos de la fe sustentada.

El papa Benedicto XVI proclamó el domingo primero de mayo de 2011, "beato" a su predecesor, Juan Pablo II (1978-2005), durante una imponente ceremonia celebrada en la plaza de San Pedro ante decenas de miles de personas que ovacionaron y aplaudieron.

El Papa, que llevaba la casulla y la mitra de Juan Pablo II, pronunció la fórmula en latín a través de la cual eleva a la gloria de los altares a su predecesor, con quien colaboró durante 23 años.

Un largo aplauso y gritos como en el día de los funerales de "Santo subito" ("Santo ya") estalló en la plaza, llena de gente que enarbolaba banderas de numerosas nacionalidades, entre ellas polacas, españolas y brasileñas.

La conmoción reinó entre los representantes de 86 delegaciones de países extranjeros y sobre todo en aquellos que lo conocieron de cerca, como el cardenal polaco Stanislao Dziwisz, secretario durante más de 40 años de Juan Pablo II.

Una inmensa fotografía de 1995 de Karol Wojtyla, desplegada en el balcón central de la basílica, fue desvelada en el momento de la beatificación.

El culto litúrgico del nuevo beato será celebrado el 22 de octubre de cada año, en el aniversario del comienzo del pontificado de Juan Pablo II en 1978.

La beatificación del Papa polaco, quien falleció el 2 de abril de 2005 a los 84 años tras una larga enfermedad que el mundo siguió en directo, es el paso previo a la canonización y se lleva a cabo en un tiempo récord, inferior a los cinco años habitualmente necesarios para iniciar el proceso.

El nuevo beato, entre los papas que más tiempo han ocupado el trono de Pedro, transformó el rostro de la Iglesia en casi 27 años de pontificado.

Su beatificación será el día del trabajo, una ¿coincidencia? ya que durante su juventud Karol Józef Wojtyla fue obrero metalúrgico, además de gran defensor del sindicato independiente polaco Solidaridad, que dio lugar al movimiento en los años 80, contribuyendo a la caída del comunismo en Europa del este.

Numerosas personalidades, entre ellas el presidente de México, Felipe Calderón, quien necesita explicar a los conciudadanos en calidad de qué asistió al evento, como Jefe de Estado o militante religioso; el primer ministro francés, François Fillon; la primera dama dominicana, Margarita de Fernández, asisten a la beatificación, transmitida en directo por televisión a numerosos países.

La víspera, el sábado, una misa de preparación se celebró en el Circo Máximo, en el centro de Roma, mientras el lunes será oficiada una misa de acción de gracias en la Plaza de San Pedro, presidida por el cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado.

La sepultura definitiva de los restos de Juan Pablo II se realizará sucesivamente en la basílica de San Pedro, en la capilla de San Sebastián, al lado de la capilla en donde se encuentra la célebre estatua La Piedad de Miguel Ángel, en el ala derecha del templo, y se realizará de forma privada.

La beatificación de uno de los pontífices más populares de la historia reciente, que viajó por todos los rincones del planeta y utilizó todo tipo de medios de comunicación para llevar su mensaje al mundo, convierte su papado en uno de los emblemas de la Iglesia de la era moderna.

El pontífice juvenil, deportivo, accesible, que escalaba montañas, esquiaba y bromeaba, fue inflexible hasta el final sobre temas como el control de la natalidad, el aborto y el divorcio.

Tampoco puso en discusión el celibato de los sacerdotes o el papel de las mujeres en la Iglesia, aunque fue el primer Papa que visitó una mezquita y una sinagoga, promovió el diálogo entre las religiones y no le tembló la voz para gritar contra la guerra, criticar el capitalismo salvaje y pedir centenares de veces perdón por los pecados cometidos por los católicos a lo largo de su milenaria historia.

La celeridad con la que el nuevo beato alcanza la gloria de los altares se explica por la "imponente reputación de santidad de la que gozó Juan Pablo II durante su vida, en su muerte y después de su muerte", explicó recientemente el Vaticano.

La comisión de cardenales y obispos de la Congregación para las Causas de los Santos aprobó en enero pasado el milagro atribuido a la intercesión de Juan Pablo II, para lo cual se escucharon incluso a sus detractores.

Se trata de la curación "inmediata e inexplicable", en junio del 2005, de la monja francesa Marie Simon-Pierre, quien sufría el mal de Parkinson, la misma enfermedad que afectó al jefe de la Iglesia católica.

La monja, de 50 años, enfermera de profesión, asiste a las ceremonias, que rinden homenaje a una de las figuras más carismáticas de la Iglesia, en un momento marcado por el desprestigio de la institución tras los escándalos en varios países de Europa y América por la pedofilia de sacerdotes.

Si bien para la canonización de Juan Pablo II, es decir, para que sea proclamado santo, se requiere la ratificación de otro milagro, su figura y obra comienza a ser cuestionada. La principal sombra que pesa hoy en día sobre su papado es que no haya usado contra los curas condenados por pedofilia, entre ellos el fundador de los Legionarios de Cristo, el mexicano Marcial Maciel, la misma intransigencia que aplicó a los sectores más progresistas de la Iglesia, como la teología de la Liberación, que apartó sin titubear.

Como se desprende de los reportes de prensa internacionales, aunque en México el oportunismo del poder insista en lo contrario, la “beatificación” de Juan Pablo II contiene un sentir de velocidad peculiar; una especia de necesidad franca a recibir, de parte de los creyentes, un respaldo a la máxima institución católica, precisamente afectada por los errores fundamentales del homenajeado.

A partir del declive de su salud física, Juan Pablo II cedió a una genuina vocación de cambio dentro del culto y cayó en posturas radicales, propias del conservadurismo fanático que tanto criticara en su mocedad.

A mi juicio, Karol Wojtyla fue un hombre de fe, superado por un mandato y el cruel deterioro de su cuerpo. Una prueba palpable del sacrificio humano en aras de un poder superior incomprensible y devastador.

Un hombre, simplemente hombre.

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