domingo, 29 de mayo de 2011

PINCHE Y PINCHE DISCOS: DYLAN Y LOS SETENTA AÑOS

POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL

Uno empieza a tener problemas con la edad, cuando tus ídolos infantiles y juveniles comienzan a cumplir setenta años.

No es hermoso reconocerse en la ancianidad ajena y aceptar que el tiempo te va centrando al despegue final.

Sin embargo, cayendo en la retórica común, peor es no llegar a esas cifras de añeja respetabilidad, dependiendo de cómo se arribe.

El 24 de mayo de 1941, hace exactamente siete décadas, nació en Duluth, Minnesota, Robert Allen Zimmerman Stone, reconocido por el orbe como Bob Dylan, tótem de la cultura del rock y una de las personalidades contemporáneas en activo más influyentes.

Saltándome la vasta bibliografía sobre la vida y obra de este gran rock and trovero, sólo destacó que el mundo en el que crecí y vivo difícilmente sería igual sin las aportaciones creativas, musicales y poéticas de Dylan.

Más que ningún otro escritor, Bob Dylan dotó al Rock de la ideología conceptual necesaria para ser tomado en serio por cualquier disciplina cognoscitiva.

Dylan escribió en mucho, la biblia de la rebelión roquera, precisamente cuando los excesos de la juerga pusieron en peligro la trascendencia de la moda.

Soy admirador de Dylan, que no fan. No obstante, la peculiaridad de su trabajo se ha apropiado de mi gusto en más de una ocasión.

Es difícil resumir a Dylan en todas las áreas que competen a su inteligencia, por ende, remito a los lectores a las grabaciones, los libros, los documentales y las películas que al sumarse efectúan un boceto del último de los poetas universales vivos de habla inglesa.

El punto es que para entender a Bob Dylan hay que entrarle a Bob Dylan. No hay más. Ningún atajo lleva a la revelación.

En México, por la falta de educación y conocimiento real de los idiomas, Dylan se ha reducido a una estampita recurrente de aficionados a la nostalgia por “oirla chida” sin entender un carajo de lo que se está diciendo.

Como mantra mal captado, los connacionales prenden los cirios de las capillitas dedicadas a los Beatles, juntos o por separado, los Rolling Stones y la necrofilia sesentera, poniendo en un nicho circunstancial a Bob Dylan y las canciones que tienen que ver con la credulidad simple. Caso semejante a Leonard Cohen, Lou Reed o cualquier otro roquero que centre el metalenguaje en la letra y no tanto en el estribillo facilón.

Dylan es un roquero inteligente y acá en Nopatitlán, ese detalle reduce las posibilidades de la adicción comercial. En México, el verdadero Dylan es para iniciados.

Así que con pretexto de las alabanzas propias del cumpleaños número setenta, localmente aguantaremos la verborrea de una bola de pendejos que van a refritear la ultra sabida con un toque de burlesque. Allá ellos.

Yo invito a que cada cual busque la respuesta sobre los méritos de un hombre, que vino a reclamar en la rebelión de los sesentas una interpretación diferente y radical de cuanto somos.

Lo demás, melómanos de novena, es chaqueta.

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