POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL
Comparados con una minoría ofensiva de “servidores públicos” bien pagados, los ejércitos miserables de asalariados semejan hordas imposibles de cuantificar.
De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en México, cerca de la mitad de la población considera difícil vivir con su salario, y la otra mitad, mayoritariamente, tampoco vive en jauja.
Cifras de la Encuesta Nacional Ingreso Gasto de los Hogares (ENIGH) recabada por el INEGI, muestran que en 1983 había un proveedor por hogar, mientras otro contribuía con la mitad del ingreso del hogar. En 2008, aumentó a dos el número de perceptores de ingreso por hogar. En el presente, anotamos LOS DODOS, a pesar de las manos que aporten dinero al hogar, los gastos mensuales apenas y se completan.
En un trabajo de El Centro de Investigación, Documentación y Análisis (CIDAU) del periódico EL UNIVERSAL, 650 de 1000 personas entrevistadas, respondieron que en los años 70 los mexicanos vivían mejor que ahora; dato más perceptible para 76% de las personas que eran económicamente activas durante esa década.
Al juicio de especialistas y analistas financieros, el poder adquisitivo del salario se ha erosionado a casi una tercera parte del valor en 1970. Es decir, que en la actualidad un trabajador mexicano tendría que ganar, en promedio, 3 salarios mínimos para equiparar el poder de compra de un salario mínimo de hace 40 años.
Leyendo los resultados de la encuesta de EL UNIVERSAL arrojaron que 58% de la población que hoy tiene 50 años o más, pudo pagar a sus 30 años un crédito hipotecario, adquirir un automóvil, pagar colegiaturas y satisfacer sus necesidades de vivienda, transporte y alimentación, con su ingreso laboral, entre la década de los 70 y 80 del siglo pasado.
Pero, no ocurre lo mismo con la población que ha vivido su mayor etapa productiva en la década de los 80, 90 y en las primeras dos décadas del siglo XXI, pues las crisis recurrentes, a partir de los años 80, dificultaron a la población de décadas posteriores vivir holgadamente de su salario.
Hoy, jóvenes de 30 años y más encuentran más difícil adquirir un bien inmueble con su ingreso presente, a pesar de vivir en una época que ofrece créditos a tasa fija.
Una constante de esta incertidumbre es la fragilidad laboral y la perdida de garantías para que un trabajador logre realizarse socialmente con una sola plaza.
El mañana del empleado nunca se sabe.
El salario mínimo real a precios de 1970, pasó en las últimas cuatro décadas de un pico de 30 pesos en 1972, descontando los cambios en precios o inflación, a 9 pesos en 1999, y ha permanecido prácticamente en el mismo nivel, según datos de la Comisión de Salarios Mínimos y Banxico.
Datos de la ENIGH, muestran que entre 1983 y 2008, el 30% de la población más pobre del país (deciles I al III) mejoró en términos de acumulación del ingreso, al avanzar 0.7 puntos porcentuales en su participación dentro del ingreso nacional y pasar de 7.8% a 8.5%, debido a remesas y transferencias monetarias.
En contraste, el 10% de la población más rica —el decíl más alto o X— ganó 2.6 puntos en el mismo lapso, al tener 36.3% del ingreso total nacional, contra 33.6% de 1983.
Pero, el ingreso acumulado por los deciles intermedios (IV al IX) cayó. Para 60% de la población, el ingreso retrocedió 3.3% en el periodo.
Planteado en otros términos, la pérdida de la capacidad de compra de los salarios, acumulada por décadas, sumada a la precarización del empleo, la falta de seguridad social, la pérdida de prestaciones laborales, un mayor outsourcing, informalidad y subempleo, minaron las posibilidades reales de una mejoría sustancial del margen de subsistencia y de crecimiento productivo per cápita.
La clase media ha entrado en un proceso de empobrecimiento; los ganadores no han sido los más pobres, sino que se ha concentrado la riqueza en los ricos, esos que son los primeros en saltar del barco ante el hundimiento.
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