¿Dónde está la idea de esperanza por el amor en tiempos de crisis?
POR: MARY LEÓN
“Noche de Paz, Noche de Amor”, una vez más se viven aquellos momentos donde la familia se reúne a festejar un día del año, donde la vibra positiva habita en algunos corazones y, bueno, en algunos otros aflora el odio, la lujuria, la gula, la pereza, y la envidia, mejor conocidos como los pecados capitales,que estos no dejan de existir ni pegándole a la piñata.
En la Navidad y Año Nuevo son notorios estos pecados. Durante la cena se encuentra la gula porque la comida está a reventar y nos la queremos acabar de un solo bocado, cuando llegan los intercambios, estamos con la envidia de que al hermano le toco mejor regalo, pero no bastando eso y para no perder tiempo, una miradita al mega galán de la prima, no le cae mal, y luego la lujuria nos gana, y todo esto le estamos enseñando a nuestros hijos.
Y qué hacemos realmente con el espíritu de Navidad; que un día nació en nuestro corazón de niño, donde solo se deseaba un regalo para ser feliz, ¿dónde queda la inocencia?, si solo lo material importa en las navidades, a pesar de que la crisis económica nos ha dejado el bolsillo en banca rota seguimos con la idea de renovar árboles y adornos, para lucirlos con la familia mientras lo que debiera importar es aquella necesidad de amor, que cada persona tiene para expresar que gracias a Dios se termina un año más de ilusiones, fracasos y triunfos.
Mientras que a lo lejos se escucha una vocecilla pidiendo todo aquello que sale en la televisión,que si la muñeca de hermosa cabellera y cambia de colores; que explicación debería darle, quizá sea sencillo decir que no hay dinero y que los Reyes Magos solo podrán traerle un juguete debido a que existe tanto niño, y que tal vez ella debería dar uno de sus tantos juguetes a aquellos pequeños que no les traerán nada, y deberá enseñarse a compartir con los más necesitados.
Los padres somos los responsables de inculcar el espíritu de aquello que no se toca pero como le hace bien al alma: el amor, el cariño de un hogar y hasta aquellas fiestas donde la familia se une y disfruta de una cena agradable, pero hoy en día todo eso va muriendo porque para la gente adulta que, una vez creyó lo mismo y aquello que anhelaba ver en Navidad ha muerto. Los adultos fuertes nos hacemos duros de corazón, no permitiéndole vivir a nuestros hijos una etapa importante de la infancia.
Es necesario que los hijos vayan forjándose caminos reales, sin dejar aún lado la fantasía, que parte de una inocencia que no debe ser robada, hágase conciencia de lo que a uno le hubiera gustado ser.
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