POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL
Una de las pocas historias de levantones contra reporteros y periodistas que tiene un final feliz.
Después de haber sido secuestrados por un grupo de hombres armados, durante la cobertura de una protesta de internos y familiares en el Centro de Readaptación Social Número 2 de Gómez Palacio, Durango, el pasado lunes 26 de julio, al día siguiente, fue liberado el reportero del periódico “El Vespertino”, Oscar Solís; el jueves, el enviado de Televisa, Héctor Gordoa Márquez; y este sábado, los camarógrafos de Multimedios, Javier Canales, y de Televisa Laguna, Alejandro Hernández.
Los liberados afirmaron que en todo momento fueron tratados con cortesía y que no hubo malos tratos. Los medios implicados han guardado prudente silencio y las autoridades tampoco han dicho esta boca es mía.
Llama la atención que en este caso, los captores parezcan caballeros ingleses y que la cancelación del programa de televisión “Punto de partida”, el jueves, haya ocurrido un poco fuera de tiempo, aunque alcanzará el propósito de tomar la realidad, colorearla a su gusto y venderla con tintes de indignación y lamentos de plañidera.
¿Dónde están el resto de los desaparecidos del ámbito periodístico? ¿Cuántas investigaciones han prosperado de las ejecuciones de otros compañeros del gremio? ¿Por qué los corporativos no se tiran de los pelos con frecuencia aun cuando son atacados sus elementos? ¿Cómo nos hemos convertido en el país de mayores agresiones a informadores del mundo? ¿Hay un criterio para moverse unas veces y otras no? ¿No sería honesto decirle la verdad a la audiencia? ¿O esto se ha convertido en un reality show gratuito de popularidad garantizado?
Vamos siendo parejos y congruentes. El alarde al respeto al derecho de libertad de expresión que tanto “balconean” los empresarios y el gobierno comienza con el respeto a las garantías individuales de los comunicadores sociales. Por ende, cada caído en la búsqueda de la noticia debería de generar una reacción conjunto de los paladines de la democracia y no convertirlo en una nota más para redondear la sanguaza diaria. Pero no ocurre así, en tiempo y forma, autoridades y jefazos eligen la “causa”, y avientan el resto al olvido.
De ser de una sola pieza, dadas las condiciones de peligro mortal que atrapa a los buscadores de información, los medios funcionarían intermitentemente debido a los depredadores, pagados por los intereses obvios o peculiares, que se han centrado en el aniquilamiento progresivo de quienes osamos irnos de la lengua.
Enhorabuena para los compañeros liberados, esperemos que los que faltan, por lo menos, no pierdan un sitio en la memoria colectiva.
Sabemos que informar encierra un riesgo altísimo, sin embargo, no hacerlo nos volvería cómplices de los asesinos beneficiados por el miedo. La elección, como siempre, es personal, y gracias a los millones de ciudadanos que aguardan un poco de luz en las tinieblas hipócritas de la manipulación colectiva.
VERDAD ES LIBERTAD.
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